31 mayo 2008

Todos me dicen

Me contó la mañana que estaba loco por ti,
que mi vida ya no me importaba.

Mediodía me tranquilizó y me dijo que ya te vería,
me sacó un poco de mi locura,
me apegó un rato más a la vida.
Todos me dicen.

La tarde no me dijo nada,
ni siquiera me miró a la cara.

La noche me meció y susurrando me dijo:
(todos me dicen pero yo sigo sin estar a tu lado)
tranquilo, mañana te cegará el sol.
Todos me dicen
.

Pergeño una historia de amor, sólo por descerrajar
yo solito el corazón ¡chaval! es angustia existencial.
No sé si atracar un banco o irme a desintoxicar,
¿para qué quiero el dinero si todo me sienta mal?

Recuerdo un tiempo en que cazar
no era malo, era necesidad.
¡Niño saca ya la recortá!
que quedan muchos malos por matar.

Tú te crees que yo me invento
de qué color es el viento,
me lo encuentro por la calle
y siempre paro a hablar con él.
Y hace tiempo que no miento
y no pienso volverme atrás
si no puedo equivocarme ponme riendas y un bozal.

Rutina empieza a molestar,
algún muro habrá que derribar.
Locura ya ha vuelto por mí
yo le doy la mano y a morir, a morir.

Extremoduro, Agila

27 mayo 2008

Ahora

Ahora que me vuelvo a pertrechar en las sombras, como quien vuelve a casa, que dejo de preguntarme tan a menudo quién soy yo. Ahora que miro a los ojos de vez en cuando, con suavidad, para no ir tan deprisa. Ahora que no es lo mismo todo eso que al fin y al cabo permanece igual. Ahora que te diría todas las cosas del mundo, pero sí, ahora con pocas palabras. Ahora que el verbo flotar se ha desvanecido, que mastico con el mareo, cerca del suelo. Ahora que tocan campanas y sigo sin estar invitado. Ahora que es lo mismo aunque al revés. Ahora que mentira y verdad siguen siendo novios. Ahora que doña ambición se solidifica en la nada. Ahora que, si no es ahora, cuándo moriré, Panero. Ahora que sigo sin pisar los charcos a propósito. Ahora que la obstinación cede despacito. Ahora que me quedo de lado, apagando la luz. Ahora que proseguiría encendiendo antorchas y no para iluminarme. Ahora que de cuando en cuando sospecho que me cuelga una baba como humo. Ahora, tal vez hoy, que me acerco y me alejo miope. Ahora que el maquillaje, pues no hay maquillaje. Ahora sin dudas, que las dudas siempre andarán rondando. Ahora esas canciones lo continúan diciendo todo para mí.

26 mayo 2008

En el filo

Ya lo tenía más que experimentado, pero una cosa es pronunciar ciertas palabras y otra bien distinta es verlas venir de verdad. Vivir sin anclajes, siempre en el filo, eso queda muy bien cuando alguien lo escribe, y luego, cuando se manifiesta con ojos, narices y otros apéndices, sálvese quien pueda. Me pregunto cómo es posible ese rumor metálico en los pisos inferiores, el trepar con artilugios añejos por el edificio, si éste tiene dos ascensores en perfecto estado y unas escaleras divinas de la muerte. Ahí estamos. Un persistente trepanar cada vez más cercano, los latidos del corazón que se acelera, dímelo. Ya lo sabía, tenía que suceder, y en ésas estábamos. Sitiados en el cuarto más extremo, sin víveres ni agua, con necesidad de esconderse sin aparente razón. Los adivino en la tercera planta por lo menos, junto a mi inquietud. Rezar sin fe sospecho que es el postrer asidero, pero no seamos ridículos, un poco de dignidad, aunque sólo sea por empezar nunca está de más, aunque sea por empezar por algo. Un lapso indefinido de tiempo y yo estaba roncando, léase dormido. Salió el sol un día más definiendo una relativa alegría. No pasaba por alto que no podría moverme de allí, de aquella habitación extrema, y sin embargo tenía un día más por delante. Cuarto piso, tal vez quinto, o rozándolo. Después se apagó la luz del día con relativa facilidad, el hambre empezaba a hacer mella escarbando. Si al menos los obreros de enfrente lanzaran la bola contra el edificio, si al menos yo existiera para alguno. Comienzo a darme cuenta de que los cimientos de la casa no son tan sólidos, 1-1, pedazo capullo. Luego que, fundidos en la noche, rascan sobre la madera de mi puerta. Aún los tengo a varios metros de distancia, y aún existe una podrida escalera de incendios en el exterior, allá donde posar un pie tras otro y probablemente descolgarse.

Tierra firme

La ciénaga es puta mierda, pese a todo encuentro algún resquicio donde poner los pies sin mancharme demasiado. Al final todo lo que es familiar es más seguro, teniendo en cuenta que no es lo mismo que estar a gusto. Sólo es cuestión de no perder las referencias.
Me revuelco en el barro como un puerco. O no. Porque sólo es cuestión de no perder las referencias.

25 mayo 2008

Que no pienso

Te dicen que no pienso, que te pienso y en los días de lluvia destrozo los paraguas. La charla que estaba aguantando era superficial y preferí quedarme viajando por la superficie de mi coco enfermo. En las esquinas se paran los taxis, gira algún autobús. Imagino que estarás en alguno aunque en otra ciudad. Allí rompen las olas las esquinas y es mejor hacerse con una piragua, mejor para dos. Nunca con un paraguas, que lo quiebra el viento. Los lagos de la memoria son insondables, más lo son las lagunas. Te pienso, te pienso. Te pienso empapada, sin ninguna posibilidad de llegar a casa indemne, ni siquiera si te guareces bajo las arcadas y caminas de seguido. Te queda muy lejos tu casa. Sigue la conversación, pido otra cerveza, miro el reloj, que se ha parado. Miro el reloj y lo paro en otra hora, un par de horas antes, que es cuando estábamos juntos. Me bajo una estación antes de mi estación habitual, prefiero dar una vuelta. Se levanta una ráfaga y me quito el sombrero, huy, no me vaya a despeinar. Dos pasos y de lleno me meto en un charco, zapatos y pantalones echados a perder. Ya me queda menos para entrar en casa. Tú ya has llegado a la terraza del bar, te saludan complacientes tus amigos, les enseñas tu carrilera de sinceros dientes blancos. Hoy muestras hasta la encía, por encontrarte tan feliz. No te figuras que a unos cuantos kilómetros de distancia alguien te piensa y te piensa y no piensa.

And if a double-decker bus crashes into us...

Take me out tonight
where there's music and there's people
who are young and alive
driving in your car
I never never want to go home
because I haven't got one
anymore
take me out tonight
because I want to see people and I
want to see lights
driving in your car
oh, please don't drop me home
because it's not my home, it's their
home, and I'm welcome no more
and if a double-decker bus
crashes into us
to die by your side
such a heavenly way to die
and if a ten ton truck
kills the both of us
to die by your side
the pleasure and the privilege is mine
Take me out tonight
oh take me anywhere, I don't care
and in the darkened underpass
I thought Oh God, my chance has come at last
(but then a strange fear gripped me and I just couldn't ask)
take me out tonight
take me anywhere, I don't care
just driving in your car
I never never want to go home
because I haven't got one
I haven't got one

"There is a light that never goes out". The Smiths, The Queen is Dead

24 mayo 2008

Triángulo

No sé si a derecha o izquierda, el abordaje se ralentiza hasta disolverse en el flujo de petróleo, cuando los signos del mapa son un enigma ya inasible, como son los enigmas.
La bandera descolorida irónicamente no es útil ya ni para ser pasto de las llamas. En el vértice inferior del triángulo huele a pólvora mojada, más lenta que orbayu, sin objeto. El barco cae de proa al fondo del mar y el tesoro se irá al carajo. Que saquen a alguno a bailar por estribor, que lo lancen a los tiburones, que me quiero entretener.
Los galones son monedas de chocolate, el uniforme un puñado de jirones.
Súbase al mástil, dígame cuándo tocaremos tierra y tocaremos fondo, que esto no pinta muy bien.

El cobrador de Praga

Me encontré metido dentro de un autobús frente al Convento de las Pelayas, con una bolsita, una mariconera promocional, colgada en bandolera. En la mano izquierda un taco de recibos, y en la derecha un bolígrafo rojo de Cajastur. La guía les explicó (en un comprensible inglés) a todos aquellos australianos, coreanos, neocelandeses, americanos, italianos, ingleses, etc. que tenían que soltarme 20 euros por cabeza. El bus arrancó con rumbo a Gijón, y me puse a la faena. Les perres cayeron pa la saca sin reproches y sin rechistar, además me encontré más firme que otras veces de pie por el pasillo. Únicamente algún que otro “sorry” si me chocaba con ellos, más de un “thank you” al meter el dinero al bolso. Fueron tan buenos y gentiles que apenas tuve que dar cambio, y encima, sonrientes.
Se agradece el trabajo cómodo y bien hecho. El “pero” fue verme entrando por Gijón y contemplar horrores como el decrépito Molinón o el hipódromo de Las Mestas. Aparte de que al bajarnos mi jefe tuvo que enzarzarse con el organizador de todo aquello, pero bueno, esa es otra historia, y yo retorné presto a mi castillo, con una sonrisa que te cagas.

Repartiendo juego

Por la calle, en los últimos tiempos un balón corre por las aceras, los chavales pasándoselo en corto, en largo, sin mucho criterio. Alguna que otra vez corrió bajo mis narices, aunque no lo recogí ni distribuí, sólo lo miraba con embeleso, porque no iba dirigido a mí. Fantaseé con que me entregaran la bola, ejercitar la visión de juego, ese ¡míralu ho, ye igual que Pep Guardiola, cómo ve el fútbol! No obstante no me hacían partícipe jamás de posibles internadas o ataques a la maraña defensiva rival.
Hasta que ayer, en lugar de balón, patearon un camión de juguete para que lo siguiera y recogiera, para repartir juego a la altura del Palacio Regional, en Suárez de la Riva. Cuando salió de los pies del muchacho lo intuí preciso, aunque un pelín rápido. No logré controlarlo de primeras y el camión se fue como un tiro a la calzada de Marqués de Santa Cruz. Al otro lado un hombre me dio una segunda oportunidad, y fue cuando llegó el control. Golpeé en diagonal como un sutil toque de palo de golf. El camioncito se disparó desbocado, le había aplicado demasiada fuerza al golpeo, y vislumbré el hostiazo que se daría el anciano hacia el que se dirigía. Me metí en un taxi, me sofoqué en su interior, le rogué al taxista que parara y me abriera a los cien metros, escapar de aquel R-5 color naranja. El tipo se puso nervioso, me ordenó que no me quitara el cinturón de ninguna de las maneras, qué cinturón, contesté y me callé, puesto que el vehículo era de tres puertas y me dejaba a expensas de los designios del señor taxista.
En fin, que al menos el ruido del tráfico era tan intenso que apenas se distinguía el murmullo de una conversación del escándalo de una sirena de ambulancia.

23 mayo 2008

Batir de alas

Fregaba cacharros y sentí el aleteo. Toda la noche había sido igual, no hay por qué alarmarse, claro está. Me puse a escuchar ese aleteo, antes los ruidos de la obra varios pisos más abajo, que son sonidos familiares. Miré hacia la terraza semi-soleada, atisbando las botas que calzaban los pies de un obrero posado sobre la barandilla. No volví a mirar. Las ilusiones pueden desvanecerse igual que unas botas al acabar la jornada.
La esperanza es agua del que nunca beberé, me dije, pues siempre me vuelve la espalda. El creer en lo irrealizable, la yuxtaposición de secuencias es la que a menudo me vence y decide. Determinismo, lo llaman otros. Bonitas palabras que no me conmueven. Todas esas reflexiones me asaltaban al fregar mecánicamente.
Romperé todas las fotos, quemaré todos los trajes de color, vomitaré en la puerta de un hotel, besaré todas las bocas, I don't mind the price, saltaré del tren… Canciones que no sirven de nada. En el mundo de las canciones.
Las alas rugen impacientes a la espera de algo que no van a obtener, me apuesto lo que quieras, lo que me importa y sobre todo lo que no me importa, tampoco soy tonto.
El arte no es mi amigo, no quiero amigos así, que no valen, que no viven -me repetí.
Probablemente esté ante el final de un mundo de ficción, de que se descubra todo el pastel -pensé mientras fregaba. Y escurrí el último plato contra el suelo.

Almas de metal

Solos otra vez, que más da...
Hay almas de metal en el bar.
Me dices: ¿Qué haces por aquí? ¿Qué tal estás?
¿Ya estás borracho o qué? ¿Luego qué harás?

Precisamente hoy hablaba de ti.
Tuve que reconocer que estuvo genial
el tiempo que nos fue dado a compartir.
Quién sabe si esta noche querrás repetir...

Solos otra vez, que más da...
Hay almas de metal sin usar.
Me dices: ¿Qué haces por aquí? ¿Qué tal estás?
¿Ya estás borracho o qué? ¿Luego qué harás?

Precisamente hoy hablaba de ti.
Tuve que reconocer que estuvo genial
el tiempo que nos fue dado a compartir.
Quién sabe si esta noche querrás repetir…

Australian Blonde, Canciones de amor y gratitud

18 mayo 2008

La historia no da más

Puedes recordar lo que viví
lo que pasó y todavía no estoy yo.
Dicen que encendí más de una luz
que os engañé pero no sabes como soy.

Es casi una cuestión de fe
casi es una decisión que nunca he tomado yo.

Vi una conclusión y me cegué
quise comerlo todo de una vez
y el gas natural me atragantó
yo lo explicaba todo del revés.

Sí, tenía miedo y también tenía hueco aquí
que no dejaba hablar, sólo decir
lo que querías oír, que sonara normal
Y pudieras dormir sin mí...

Y ahora son ya más de las 3,
aún no bostecé, la cosa sigue igual
pero al revés...
Yo ahora estoy bien,
ya sabes la verdad, sabemos que está mal
sabes que te engañe más de una vez...
¿Y qué?, ¿y qué?
¿Qué le voy a hacer?
La historia no da más.

"Más de una vez". Iván Ferreiro, Mentiroso Mentiroso

17 mayo 2008

El chispazo multiplicado

Crepita el pisar de hojas secas, la lluvia cuando arrecia, el encendido del sol. Aparto la vista un rato, las llamas duelen y eso que te pasa por la cabeza aciertas a entender que no es lo más idóneo. Tal vez la siguiente que adivina pasar y no. Los brazos cruzados, la ciencia es sabia, la experiencia un grado. Y un grado. Crispa el recuerdo, inventarlo es más hábil pero durante cuánto tiempo.
Me dirijo a la barra del bar con las cuentas rotas, el doctorado no es cosa de ingenuos. La ingenuidad me separa de ti cuando me aproximo, ya lo sabes. Nunca estuvimos tan lejos, por milímetros. Unas luces de colores, eso es lo real. La vida no. (Y quisiera que fuera de este modo.)
Invento unas palabras, puro alarde y pura nada. Ni alarde ni nada, con los dedos sueltos. Eso sí, la sonrisa como careta, la carcajada como guión.
Me acerco sin unidades de medida, porque más es imposible, la quimera de Julio Anguita El Califa. Me percato de mi barba de dos días y pienso en la gillette. Pienso en las venas y las percibo tan pegadas e intrusas.
El etcétera me persigue y sigo detenido. La celda de un calabozo nunca es acogedora, las sucias mantas jamás distinguidas. Y yo soy distinguido -o no- y me hace gracia. Ni una puta gracia me describe.
Tic-tac y me da igual. Supiste desde siempre que todo me da igual y que disimulo. Si no quisiste creértelo es cosa tuya, ahí no me siento culpable, culpable de tanto y de tanto.
Enrosco el periódico con saña, golpeo al primer tipo que tengo de mi parte. Después, ciertos fogonazos de luz y la tupida oscuridad.

Luego la negra oscuridad que está de mi parte, no del crepitar, no de la lluvia ni del sol. Entonces la vista que se desvía hacia abajo, al punto de ebullición. Y en aquel momento las burbujas, la claridad de un nuevo día que, aun lluvioso, es nuevo y desgastado; como mis cortinas, como la cortina del baño. Es plástico, es acero, es granito. Es cuarzo, feldespato y mica, algo que dijo Céline. Y mi guerra cuál es, Louis-Ferdinand, dímelo tú.
La batalla que me tiendes, las sábanas mal tendidas sobre la cama, un desorden de lo más triste, si escribí sobre lo más triste y aún soy capaz de al menos igualarlo, de rendirme en su colchón perenne, de no redimirme.
Me dirijo como costumbre a la barra del bar, las monedas oxidadas (no quedan billetes, no quedan colores) y los dedos amarillentos. Igual que la luz, que todo el derecho consuetudinario de la luz. Me proveo con un vaso de tubo bien fino, afortunadamente la bebida agotada, una piedra de hielo que resiste. Me desarmo en la cara del que está de mi lado pese a que la sangre me es familiar, y ya es decir mucho teniendo en cuenta que no estoy de mi lado. El chispazo multiplicado, ahora el dolor sabe tan bien y es con agrado recibido. Me siento culpable y no me siento, el suelo es posible que esté más duro de lo que pueda imaginar.

El suelo: ciertos fogonazos de luz y la tupida oscuridad, la negra, la negra oscuridad.

(¿Dónde estás?, te pregunto antes de que termine todo.)

09 mayo 2008

Al quinto día

Consiguió abrirse hueco al quinto día e instalarse en el armario. No me pregunto por las razones, casi siempre están de sobra (o son ausencia), de modo que nada de preguntas. Ignoro también la metodología y los artilugios empleados. Lo único que puedo reseñar es que lo intuía al trabajar por las noches, un sutil escarbar de pared que se mezclaba con otros rumores aún más extraordinarios al tiempo que se me iban las horas sin dormir. Lo sentía titánicamente, pero sin embargo no quería darme cuenta: Cuando uno busca su espacio no hay que entrometerse, me dije. Así que abrí esta mañana el armario y busqué una camisa y por poco nos rozamos. No existió ni siquiera un cruce de miradas, asistimos al gesto compartido de lo ordinario y regresé a mi café y a mis galletas. Luego mientras me afeitaba lo escuchaba suspirar dulcemente. Muy poco después salí por la puerta de casa como hago a diario, comprobando antes no dejarme ninguna luz encendida ni la llave del gas abierta.

06 mayo 2008

Con Marcia

Con Marcia saliste de la cafetería la última vez y te desviaste un buen trecho para caminar juntos. Con Marcia y el enjambre y la pulsión y la esquizofrenia.
Te pusiste a divagar con Marcia, nada común en ti, no veías ni esquinas ni farolas, ni columnas ni gente. Con Marcia al lado, muchas veces en silencio, y no te incomodaba nada.

(Pues qué es soñar, Marcia.)
Con Marcia cruzabas avenidas diminutas, cualquier kilómetro más era insuficiente, un latir inofensivo.
Con Marcia la lucha, el estremecimiento, el tintineo de las cucharillas. Con Marcia.
Trazaste la estrategia en un ticket, allí mismo, con un lápiz desgastado. Y Marcia. Que parecía no contar.
Los pitidos del tráfico eran insoportables, sólo levantar un poco la voz y problema resuelto. Porque Marcia.
El ticket fue el pergamino, el mapa del tesoro, los Mares del Sur. Marcia.
El zumbido y Marcia, el calor y Marcia. Y caminar.
Dónde estabas ni te lo supones, la red se ceñía correctamente apretada, astuta.
Con Marcia al sol y a la sombra, unos pasos de más y llegaste, llegaste a la calzada infestada de coches, de autobuses, de motocicletas. Sin embargo Marcia. Sin embargo Marcia bajó a la calzada. Sin embargo Marcia, y dar tres pasos de más delante suyo, y poner un brazo en su vientre, detener a Marcia.
No detener a los coches, a los autobuses a las motocicletas, la verdad Marcia. No detener al camión. No detener el golpe que te puso boca arriba, viendo el cielo por última vez, acaso por primera.

04 mayo 2008

El rey del balón

Ésta va con dedicatoria, para mi amigo Xavi

Puestos a seguir, puestos nada más.
Tú puedes durar
y vas a durar.

Dos días más sin dormir, sin ti
no voy a cambiar.
Sin calma no habrá jamás tempestad.

Te dicen que voy de listo y de "crack",
de estrella del rock, de lo que no hay,
de rey del balón, de jefe del clan...
Hay días que voy...

Puestos a seguir, puestos nada más.
Sin calma no habrá jamás tempestad.

Te dicen que voy de listo y de "crack",
de estrella del rock, de lo que no hay,
de rey del balón, de jefe del clan.
Hay días que voy hacia el huracán.

Tachenko, Esta vida pide otra

01 mayo 2008

La insuperable renuncia

Recorrer kilómetros es adentrarse, evaporarse en la huida, perseguir un viento del que conoces que no vendrá para quedarse, que te dejará abatido en un rincón antes de que termine el momento, cuando uno se piensa feliz y comete la atrocidad de percatarse de ello y le azota la nostalgia, y es entonces, justo entonces, el instante de la verdad demoledora, la insuperable renuncia.
Porque la insuperable renuncia también piensa y rumia en vela y en duermevela, no sólo cuando se incrusta y es serpiente y es hipopótamo.
La insuperable renuncia, la nieve más fea de la historia, perfila y dobla el tiempo, acelera la desaparición.
Es esa hoguera sin talento pero como siempre sin talento destructora.
Te sabe a ese abrazo suspendido, a ese instante malogrado.