27 junio 2009

Fantasma



Si algún día me he muerto
y todavía no he vengado
todo el daño que tú me has hecho,
yo me convertiré en fantasma
y ¡por mi alma desalmada!
que pagarás todas tus putadas,
me he quedado con tu cara.
Yo me convertiré en fantasma,
iré a por ti, así, a sangre fría,
¡te lo juro! voy a amargarte la vida

Porque yo seré tu peor pesadilla,
porque yo seré tu peor pesadilla,
yo te atormentaré de noche y de día
yo te asustaré, será espeluznante,
eternamente te asustaré.

Bajo tu cama o en el armario,
pegando aullidos por tu pasillo,
mi presencia estará contigo
hasta que maldigas haber nacido.
Como si fuera una maldición,
fantasmagórica aparición,
voy a reventarte la vida
y la existencia de tu familia

Porque yo seré tu peor pesadilla,
porque yo seré tu peor pesadilla,
yo te atormentaré de noche y de día
yo te asustaré, será espeluznante,
eternamente te asustaré.

Pasarás las noches en vela
igual que yo seré un alma en pena
tu condena será, ¿recuerdas?,
sentir el roce de mis cadenas,
como si fuera una maldición,
fantasmagórica aparición,
pagarás por tu mala vida,
por tus maldades y tus mentiras

Porque yo seré tu peor pesadilla,
porque yo seré tu peor pesadilla,
yo te atormentaré de noche y de día
yo te asustaré, será espeluznante,
eternamente te asustaré
porque yo seré tu peor pesadilla
no lo olvides
yo desde el infierno vendré a buscarte
para que pagues todas tus maldades
y te suicides y que te pudras
en el infierno juntito a mí.

19 junio 2009

Queda un cigarro mojado

14 junio 2009

Do I deserve to be?

08 junio 2009

Recreo

Pedrito le da un traguito a su copa. No piensa en cine, en libros, en música. Pufff, una brasa. Escribe un sms y dice: "estoy borracho. Es madrugada y estoy borracho en Madrid. Sin atenuantes ni sentido de la culpa ni del ridículo. Todos los indicios sé que apuntan hacia mí". Le da a la tecla de enviar y se vuelve hacia la barra. Oh yeah. Aldabonazo de luz. Y ahora un golpe de calor: ¿te acuerdas? Juntar versos en la servilleta, el cielo se queda en paños menores a tu vera, todo me parece una marcianada, ponme otra, no me seas remilgado. Las paradas en sentido vertical, subida y bajada, imperfecciones y despropósitos. Rebuscar. Pedrito cambia de postura muchas horas antes, no se aguanta en el asiento. Luego estaré allí y tiraré de la manta. Espumillón, estrellas. La línea del after. Pastillas sin sabor. Ya se conoce la historia. El intervalo entre el grito y aquel portero. Caer, portero, acera, amortiguación, andén, metro, escaleras mecánicas. Un corte en la cara. El portero que lo acecha. La calle, de día. La calle, sin lugar a dudas, ésta es la calle. A la derecha, pegado siempre a la derecha. El aire. Pedrito en el recreo, anonadado. Mañana estoy de vuelta. La cabeza como el melón abierto a golpe de hacha. Estaba frío, te juro que después te lo contaré todo. Ahora déjame que cierre los ojos. Es sólo un momento. Ahora déjame, cuesta arriba.

Se condenan a no estar

05 junio 2009

Las canciones de Sabina

Sí que hubiera dado para un post, una entrada como prefieren decir otros, con las yemas de los dedos por la nuca, junto a las sienes, en el medio del banco, el desgraciado más afortunado del sistema, la manada de escalofríos que me habrían hecho transparente y las botellas que no cayeron en el Lavaderu, tuvisteis suerte compañeras, habría comenzado a emerger de alguna parte el final del crepúsculo, sin embargo sentirme sucio, el más puerco de toda la ciudad, una cartografía perfecta debajo del sol, con la retina dolorida mirando de vez en cuando hacia las pequeñas ventanas del salón de la casa, igual que la de David El Gnomo, era el gigante a veces con varios metros de distancia, alcanzando el alféizar sin andamios, muerto en, muerto en muerte, el premio a la inconsciencia transcurridos tantos meses que se hace increíble pensar que aquello sucedió algún día, que te contemplé pasando tantas mañanas a las diez, casi nunca más tarde, y después verte crecer y separarte, y no tener argumentos ni anotaciones que te sacaran de ahí, del agujero negro, y caer en otro agujero, la mano posada sobre el hombro, alguna que otra vez esparciendo el calor hacia la espina dorsal, un reverso irónico, una mentira quizás a medias, yo ponía la otra mitad.
Regresando al martes, insuflé con escéptica pereza dos o tres comentarios, porque ya no era gracioso, ya no era nada, con alcohol o sin alcohol, dejé marcharse al posible sueño, al post o entrada, la apuesta al caballo perdedor, la pata rota y estúpida, aparte de inventos cuarteados, retruécanos, repeticiones y aliteraciones involuntarias. Modos de salir corriendo ante el olvido, probablemente nunca alcanzaría a sacar de la chistera una soflama sin torpeza ni gesto alguno, atolondramiento como aquella maceta con flores naturales, eso sí que parecía un tanto a mi favor, aunque la rosa en el centro ya se marchitaba horas antes, sin deshojar, moriría por inanición lo más seguro. Pero dale un trago a la cerveza, hombre, te reíste, estás muy flojo, bebes mejor otros días; lo sé, y cómo será posible que tú lo sepas, no nos vemos a menudo, y no entiendo por qué coño no disfruto de estas horas, por qué sé que pensaré en ello durante años, acaso dándole de comer al troll de la saudade, y el echarte de menos se me da tan bien que produce hasta pena pararse un momento y darle más vueltas a esto, rueda cuesta abajo del recuerdo, mira que no es imaginado, no es la utopía de la semana, de abril a octubre, no nos vimos demasiado desde primeros de octubre, y venga con el tema de que reposabas junto a mí, que sentía nostalgia y cansancio, que me daba contra las esquinas y devolvía una sonrisa y un bolero y ponía a las mujeres flores en el pelo, y una vez dicho lo dicho y hecho el imbécil no encontrarlas nunca más, igual que un balcón vacío, los geranios ahogados por los que nadie pregunta.
Allí intenté mudarme, seguiste hablando, los oídos por mi parte en blanco, creo que paré con aquella conversación diversificando el punto de partida, no obstante las voces que se veían venir de la calle de atrás, los obreros recién terminados sus farias y lo que llamaban chupitos, consumiciones que más bien, siendo justos, eran copazos de whisky, un hielo como mucho en cada vaso, más de medio tubo la dosis, y los gritos que luego me conozco llegan al abordar la plaza, lenguas incontenibles, sustratos de corrosiva mezcla antes del retorno al tajo, informe pericial que retuerce el lugar más común, vosotras que no escucháis o hacéis como que no, que sólo faltan metros siderales fuera de la velocidad del sonido, contraluces allá a la vuelta de la esquina, que os estáis riendo a pesar de que el mal es posible que no, es posible que el mal no alcance la meta, una mecánica que no me coge de sorpresa, hacéis como que no con vuestras historias, lo cierto es que merece la pena quedarse en este banco, mira que no te gusta nada el sol a plomo y no te mueves ni a tiros, pero es verdad que en la sombra hace fresco, ya me tengo que ir, ahí os quedáis los dos, sed buenos, ¿vale?, que me conozco esto, a ser buenos, y entonces la habitación de un hotel quizás y el carné en la recepción, que quede muy claro que detesto los finales.

03 junio 2009

Tú no existes

02 junio 2009

Martes playu (dale gas, L)

Siempre que quiera


Diez años no es tanto, asegura Beatriz. Para mí estos segundos son la losa que echa por tierra siglos enteros, enciclopedias, y luego tira de la cuerda hasta romperla.
No, yo ya no era inmortal, no especulaba ni me suavizaba en la esperanza o la ficción. Beatriz rebosante, con una capa que sólo la deidad ostenta, suspende el tiempo al otro lado del teléfono. Fuma y hace carraspear su ronquera, esparce la noche anterior, la estela en la cual la diversión fue universal. Ahora vuelve a ser complicado poner por escrito si la posibilidad de ser más tonto se aprende en las escuelas. Luego se predica en los bares, durante las madrugadas donde nunca me podía morir. Devastando de la barra hasta la lejía, colocándome de corona la fétida bayeta.
Si sé que me hace daño, que pretende no hacerme daño callando ciertos detalles, desconozco el porqué de afilarme las uñas sosteniendo el auricular. Después tendré que clavarlas en el cuello, apurar el circuito de uñas y venas. Y después se hará imprescindible cincelar el tiempo que en su día fue natural convertirlo en desperdicios. De algún modo se debe encumbrar el enigma del recuerdo selectivo, así es más fácil escaparse de la expectación y la muerte. Incluso sabiendo que la muerte está ahí, con la mano en el hombro, empañando las gafas.
Beatriz me pregunta si la voy a dejar hablar, si logrará comprender el motivo de mi discurso airado de alegría, el contraste entre lo fúnebre del pasado lunes y la exaltación vital de estas palabras que salen hacia fuera mientras en la última ocasión callaba con la espada sobre la cabeza, la sien rodeada por un revólver. Le contesto que no, que no voy a permitirle que me diga que me invita a su ciudad, que de ningún modo voy a consentirle atravesar los muros de esta otra ciudad, la mía. Que soy mortal, que estoy muerto, predicaré cuando le relate anécdotas persiguiendo una sonrisa de complicidad, de encantamiento fatuo. No serás bienvenida a los cines, al teatro, a las calles de un barrio nuevo.
Me callaré pasado un rato, de vuelta a la realidad, esperaré por su palabra y su futuro equidistante, contrarios que nunca se atraen, polos opuestos y literales. Posaré sobre el escritorio el teléfono en modo manos libres, saldré por la puerta hacia otra puerta, me sentaré frente a otra mesa, me arrodillaré ansioso cortando el hilo, sin conceder una oportunidad a un silencio interrumpido por patéticas intentonas mías ya probadas antaño en laboratorios científicos. Ordenaré en la barra que me sirvan el elixir de cabeza borradora y que dejen macerando en engrudo el siguiente, y auguraré que la noche que cede, que alarga el aliento, va a ser un auténtico espanto, y Beatriz, la celeste, un ejemplo de inmortalidad al otro lado, desde su ciudad.