30 julio 2009

Aguijón

Me complacía esa conducta liberada del barniz de la afectación. Pronto me cansé de remar, pocos días después, acaso por reconocer que nunca ganaría la orilla, así que empecé a romperlo todo, esa maldita costumbre.
La tan traída por los pelos relación causa y efecto, que hasta Paulina Rubio reseñaba en sus canciones, se daba una vuelta por el barrio. Terreno expedito, faena ondulante, anillo incontestable, calles con relleno de transparencia, ahora sólo faltaba echarse a andar.
Pero a cambio redundancia de obreros y maquinaria pesada, decirse: cuántas estaciones tolerando esto, el sopor, las heridas que no restañan ni me deslizan hacia el agujero.
Ahora ya no es tanto capitular como sobrevivir, y vaya usted a saber de qué manera se puede hacer eso. Desde luego que aquel aroma a nuevo no era para nada tonificante, retrocedía hacia aversiones viejas, actos sin compasión y con mucho remordimiento.
Disponer los trozos de papel, flagelarse, quizás fundirse en negro con una tormenta que por fin lo arrastrase todo. Hacer categóricamente algo que adquiera la irrevocabilidad de un recuerdo tachado, como decir que ni en el Registro Civil queda constancia de aquel fondo de infinita lejanía:
Pedirte de verdad perdón y borrarme del mapa.



En octubre del 97 cayó una tormenta enorme,
de ésas que hacen débiles las obras de los hombres,
y puede que esto te asombre.

Y se agita el mar, mar de fondo emocional.

Y rompe la tormenta y la tierra temblará,
siempre lo rompo todo cuando todo mejor va.
Y rompe la tormenta y yo vuelvo a naufragar,
rómpeme las costillas cuando vuelva a hacerte mal,
si vuelvo a hacerte mal.

Y rompe la tormenta cuando empiezas a llorar,
siempre lo rompo todo cuando todo mejor va.
¿Puede acaso la serpiente abstenerse de picar?
Rómpeme la cabeza cuando vuelva a hacerte mal,
si te vuelvo a engañar.

Y rompe la tormenta y estampé el auricular,
como dientes reventados por una bomba de maldad,
mascullé mordiendo infierno las blasfemias y el gas.
Rómpeme las costillas cuando vuelva a hacerte mal,
si vuelvo a hacerte mal.

Cuando diga que te quiero será tarde ya
y ya no me creerás, ya no me creerás.

29 julio 2009

Nada significa nada

28 julio 2009

Y es que estoy de puta madre

26 julio 2009

¿No nombraron a este tío Sir?


Kike, va por usted

25 julio 2009

Angustia existencial de la Super Pop

Que la vida iba en serio ya lo dijo antes Gil de Biedma

Se sentía descomunal en aquel traje de corte quirúrgico, qué gran sastre era Miguel, vuelta por delante, vuelta por detrás ante el espejo, puños de camisa impecables, raya al lado capilar, qué figura inesperada, ahora que llegaba aquel olor cavernoso y no era el momento para ponerse condescendiente.
Ahora sí, ahora que vuelven todos esos cuentos sin valor, fardos de memoria petulante y muy aburridos, aptos sólo para los que dan jabón, minúsculas miserias disfrazadas de la más trascendente de las contiendas, se dispone a poner el pie en la calle sin fotografiárselo, sin sacar la imagen de unas Converse de colores, sin colgarse un iPod, sin esquivar haciendo como que a lo mejor y resulta que a veces lo preferible es quedarse callado.
Está Daniel cincelado con tinta de azar, se tropieza Iván con Daniel en el barrio, son las 20:51 horas, el manuscrito con sello y lacre de lo auténtico, hay pocas cosas más indiscutibles desde el retorno de Libia, eso ni se duda, el último reflejo ante un escaparate de la peluquería que arrebata la sonrisa de medio lado, las jugadas que desatinadamente, con probabilidad y astucia, se tejen al igual que se hace una cama, y luego se deshace al ritmo de la cadencia que la liviana y pulcra naturalidad cosechan.
Daniel retrocede a punto de doblar la esquina, calle que corta, que paralelamente se hace proyección de una peatonal anodina, la cual rebota en una plazoleta, las ventanas de los edificios asoman iguales que nichos, los habitantes allí dentro, detrás de los telones, merodeando entre lo perpetuo de programas televisivos como Gran Hermano, La Noria o ese otro de los viernes donde sale la Patiño.
Referencias que me harán quedar bien con el teclado, piensa, ahí en el fondo viaja el propósito y la nube de gilipolleces, las que siguen con el acontecimiento de tener a Daniel, nacido en Rumania, y en este preciso momento escanciando sidra, compartiendo mesa del chigre, el traje moteado por la ceniza que transporta el viento desde la mesa de al lado.
Luego Daniel que si “tío, no me tiro a una mujer desde hace siglos, tú cómo lo haces, siempre bien acompañado, siempre te veo entrando con alguna por el portal.” Así que está bien, así que le responde con un simple “putas”; “no te entiendo, Iván”, “Daniel, son putas, y de las caras, me lo puedo permitir, no están los tiempos para la lírica que se decía en alguna canción, incluso si me apuras, no me sobran las horas, ya sabes.” Se toca entonces la corbata, Daniel pide otra botella, falta poquísimo para la caja, “joder, vamos a acabar fatal.”
De manera que Iván se levanta de la mesa después de la temida caja, ha pasado media hora desde lo de las putas, el estómago sigue vacío, sencillamente había salido de casa para ir al supermercado y ahora inspecciona con aplicación su portal para meterse y coger el ascensor, para sentarse luego a escribir si Daniel no le espera al fondo del pasillo, si Daniel se quita de la cabeza la cartera de Iván, si deja pasar de largo tamaño prestigio y el extraordinario parecido que ambos comparten.

El Incendio

22 julio 2009

I've been waiting for a heart colapse

19 julio 2009

Frustrated, inc.

Fam trip

Me acuerdo de cuando estuvieron en Tenerife. Recuerdo por encima de todas las cosas el final de la aventura. Ese grupo, la mafia, la logia, variantes para denominar a unos bebedores y fartones de órdago, embarcaron en el vuelo JK (no recuerdo el código) por el papu, como en otras ocasiones, algunos en business class y otros en tourist class. A veces se intercambiaban los asientos, pero el plato fuerte estaba en el cacharreo gratuito de la business. Acarreaban la bebida desde un lado de la cortina hasta el otro con la anuencia del personal auxiliar. Muy temprano iban estos señores de alcohol hasta las trancas, como cuando quedaban para comer en Oviedo y la cosa terminaba en el Horóscopo (o Casa Copo), sin que ninguno subiera. Al menos eso contaban, me dijeron que sólo acudían al club a tomar una, con las señoras presentes y todo. No tengo la menor idea de cómo les sentaría a las señoras el revoloteo de las señoritas, tal vez terminara más de uno con una colleja y una reprimenda, abstracciones lejos de tener visos de importancia con esas melopeas a cuestas.
En Madrid-Barajas había mucho tiempo para el enlace a Tenerife Norte, de modo que varios se fueron directamente a algún bar y otros se acercaron a conocer la flamante T4. Les encantó la variedad de locales para hacer compras, las cafeterías (no sus precios), los habitáculos para fumadores de la terminal, la arquitectura, la espléndida panorámica para observar las maniobras de los aviones. Cogieron, pues, el vuelo a Tenerife más ciegos si cabe, empolvada la nariz de dos o tres gañanes a quienes el whisky les parecía poca cosa.

Vaya melocotón que llevamos y es el primer día, hoy nos comemos la jodida isla, van listos los indios éstos, que esta noche no nos para ni su puta madre. Hala, otro vaso que me traen repleto a las manos, qué cabrón, y cargado de cojones, ya vienes otra vez del baño, ¿eh, cacho perro? Cagüenmimáquina, ¿tú viste a eses moces, ho?, tán pa mojar pan, voi arrimales la panoya…

Así pasaban los días, sobre todo las noches, y en los momentos de luz tostaban sus orondas panzas al sol en las tumbonas de la piscina o de la playa desde que aterrizaron un jueves sin incidencia alguna que destacar. Había comilonas en Tenerife, mucho por beber, excursiones, visitas a hoteles, demasiados asuntos de los que estar pendiente, no se puede olvidar que estaban de viaje de trabajo. Me contaron también lo de la jornada previa a una cena de gala en el hotel más lujoso de la isla: antes del almuerzo llevaban tal borrachera…, se prolongó la juerga comiendo, en la sobremesa infinita, se herrumbraban a golpe de ginebra, ron, coñac y demás, se metieron en el chiringuito de enfrente a seguir con la moña. Por aquello de que se aproximaba la hora de la recepción previa a la cena salieron hacia su hotel a despejar. Metíme na piscina, dos horas boca abajo por lo menos con esa mamada… Si me echo a dormir no me sacan ni tirando la puerta abajo. Hubo que pasar por las habitaciones a recoger al personal que no había bajado a la puerta a su hora, claro, se habían quedado sopas. Echaron en falta a la compañera Tere, no la pudieron sacar de su cuarto ni haciendo temblar con estruendo las paredes de toda la planta. Iba guapa, le dijo Manolo, subí con ella a la habitación cuando volvimos de comer y no veas… Decidieron entonces retirarse sin Tere, llegar al cóctel de bienvenida para dejar el pabellón astur en no muy buen lugar.
Terminó la farra sobre las seis de la mañana, con las inexcusables visitas a clubes y toda la parafernalia que después contarían entre risas, como hacían ahora. Luego Tere -de eso supe por la hemeroteca- apareció muerta en su cama, y aún en la actualidad el compañero Manolo se pregunta si alguna vez en su vida, aquella vez en Tenerife, copuló con un cadáver.

18 julio 2009

dulces sueños


queamímegustaríaserelgraduadoquetesecuestrara
yhuirenautobusesyusarcrucescomoespadas

14 julio 2009

Bizarre Love Triangle


No es que me hubiera pasado muchas veces pero en aquel instante estaba ahí, en un portal del casco viejo de Barcelona, con el propósito de sacarla de ese sitio, porque no tardaríamos en despertar a los yonkis o borrachos que seguramente se resguardaban adentro, porque lo más probable es que acabáramos como entramos, limpios y encima sin cartera ni documentación ni la dignidad que ya se había largado lejos un buen tiempo atrás. Sí que se echaba en falta el cuarto del hotel, el tipo roncando largo toda la noche a mi izquierda, El Oso, como se autoproclamó él a la mañana siguiente del primer amanecer templado y obsoleto, ya de eso estaba yo curado, ¿sabes?, pero no del desprecio o el oprobio de la otra, no del horror de no supurar palabra alguna, tal vez extraer cualquier bonita frase sobre el alma debajo de la chistera, todas esas letras de canción, textos de los anuncios de las escorts más lujosas de la ciudad que cuelgan turgentes fotografías en Internet, temazos de los bluffs de moda indies sin hacer mención alguna a sus patéticos autores. Quizás hubiera mejorado el asunto de no haber citado a las cucarachas, de no querer pretender mostrar un sentido del humor mentiroso y arcaico mientras tú en aquel rincón te abrazabas, primero a las esquinas, después -¡déjame en paz!- a mí, yo deseando el regreso al bar en cuyo gin-tonic estoy convencido de que aún sobrevivía alguna lasca de hielo (el resto me lo guardaba entero hibernando, afirmación retórica), el tiempo más marchito que nuestro tiempo antes de ser cercenado a punta de navaja, aquella certidumbre de por qué no me tiraron al camión de la basura, y así se arreglaba todo. Sin embargo reliquias de humedad sobre el abrigo, a ver si nos vamos de aquí, que después la playa es muy larga hasta las torres, una de Mapfre, la otra un hotel, haría falta una botella de tamaño doble para que no me quedara sin beber a las primeras de cambio en el camino, en el regreso multiplicado de botellas y golletes, y otra resaca más que por fin acabe conmigo, fijo que no será ésta y el lunes que sí, que ya será lunes y escaleras arriba y abajo, escaleras que adolecen de la mínima altura para que no se quede todo en una bochornosa anécdota de la que reírse todo dios, todo el mundo excepto yo, tendido en el suelo.
Park Güell, Sagrada Familia (temple expiatori), Passeig de Gràcia, qué hostias, menuda forma idiota de liquidar la tarde porque después asoma la verdad, todos los días proyectados sobre la cabeza, unas luces, un dinamismo en un bar moderno y barcelonés donde echar una meada en los baños es un milagro si no lo hacemos detrás de la puerta, entre los que esnifan coca y alguna pareja empujando a voces pensando que la música tapa hasta el agujero del váter, y no es así, no os creáis tan inmaculados, que eso es muy sucio, es lamentablemente sucio. Salir de allí y volver allí, los corrillos bailongos, la barra con whisky vomitado, la predicción (eso era una predicción) y la búsqueda: nos cruzamos la mirada, ella y la otra, a esta última me cuelgo unos segundos que ni existieron y es apostar muy alto con un matrimonio entre medias, para qué te mueves así y tan cerca, ya me estoy empalmando y sólo veo baños y sólo percibo en los silencios aspiraciones nasales y, coño, debería estar metiéndome rayas con los muchachos, forzar el corazón, otra palabra hipersaturada, que vamos, me compro lo de Vetusta Morla pero ya, me arreglo y desarreglo el peinado, me hago con unas zapatillas a la última si tú desapareces, si la espita silbando se afianza.
Tensar el arco y destejer y la cuarta en discordia frente a otro puerto más pequeño, y no obstante no es así esta leyenda, no hay cuartas personas pues de lo contrario no habría triángulo, y qué más quieres, con la otra tengo bastante para arruinarme la vida, para trazar con pedazos los minutos y no querer acostarme y no querer levantarme, sin hablar por supuesto de lo que transcurre por el medio, ningunear, empequeñecer, eclipsar y aquellos etcéteras con los que ordenas mi diario. Puesto que el portal del casco viejo es muy pequeño, que acaso cada uno tenga lo que se merece, permíteme que prepare el abrigo, así estará más mullido, en esta postura te será más cómodo refugiarte, velar armas, querer lincharme, encabezar la lista de los que sueñan con verme muerto, pobrecita, sin suposiciones ni certezas de que tú tienes un futuro, de que te caes de una lista en la cual el sujeto que la lidera rebusca de reojo en los rincones, ahí, en ese lugar donde estarían las cucarachas, ay, las cucarachas.


13 julio 2009

¿Cómo hablar y estar ausente? Es mi actitud

12 julio 2009

Sacred Trickster

11 julio 2009

Onda expansiva

El cual prorrumpe en amenazas ya no es el mismo y es otro. Ocurre alguna cosa que no era como antes era, dijo. Estiró tanto los vértices de la lejanía que resultó imposible discernir o implicar lugar o persona a los sorprendentes resultados de la onda expansiva. Repisas del noticiero en el desorden que conjugó aportan decepcionantes titulares. Ahora no hay marcha atrás y se forja el más allá de las estupideces a hierro y nadie lo ha escrito. Sólo quedó el sesgo de un infortunio, un accidente tonto y nada amable, una suerte, pues era el final, el punto y final y ni una bobada más, comienzo y pronóstico de que todo lo que empieza termina mal.

05 julio 2009

Las canciones de Silvio

Otorgan, no ya los ángulos de la plaza sino el resto de elementos en disposición cuadricular, el sentimiento de visualizar sin querer, por casualidad, la imagen más triste que jamás ella se encontrara. Aquél enfangándose en la turbiedad de las letras de un libro que sostiene como por error sentado en la parte delantera del urbano, la cabeza agachada y el cuerpo encorvado, casi de hélice, en otro viaje a ningún lugar, la atención desprendida al fin y al cabo, probablemente en un único sentido. Plantear, sorprender, salvarse, fuera de doctrinas, sombrear, divagar, viscosidades, en estas últimas sí, en éstas se encuentra el través del espejo y las líneas disidentes, y el polo norte a kilómetros del polo sur, y que si me aprecias, y que si a esta pregunta póstuma le contesta que muy en el fondo, muy profundamente, igual que un ladrido, y que es todo lo que dice y se va.
Fluctuaciones, es el factor cristalino y nada en la abundancia, de algún modo debe pensar ella respecto a aquél, el dedo como si subrayara acariciando el interior de un libro, la ciudad o el tumulto veraniego, y a pesar de todo la vulgar instantánea, avistarlo atravesar el semáforo antes de que se ponga verde, se parece el lienzo a un día de playa, hasta los mejores días de playa no tienen por qué ser perfectos. Seguir con el diálogo ella y el teléfono en los dedos sin pasar no obstante por alto la abominación histórica ni los colores ni las señales, no desdeñar las trayectorias de un tapiz y el yugo de aquél, su interminable tarde de boca abierta y fauces intransigentes, la tenacidad sin sentido, sin viaje, y sin embargo la tarde que debe avanzar, diluirse así, de entre aquella aspereza y los interrogantes, lo que no se precipita al borde del vaso.
Una vez más, ese irse dejando llegar y marchar la semana, pero también el blando e inverosímil reconocimiento de despegar de aquél que corre a su espalda, a través de un cómo estás, he pasado mala noche, fíjate que apenas he pegado ojo, y que ahora le tienta a la risa porque lo razonable sería lo contrario, y vamos, apoya la cabeza en mi pecho y cálmate por dios, que me vas a hacer llorar a mí.
Quiere dejar de pensar en el motivo de tener que buscar el perdón, que a aquél no hay quién le entienda, no plantearse el descolgar, la fuga de palabras que crecerán de golpe en otra parte, ella en su orden y qué demonios pasa, ya estamos con la misma canción, estoy más que harta de tus rabietas, a mí no me hace falta nada de esto, no ha nacido todavía un porqué, no me importa, no me debería importar, de modo que un silencio y un discurso reconstruido, la voz pacífica y después un temblor, de improviso aquél contenido y ella continente.
Habrá un instante, será por admitirlo, tal vez la ausencia de sospechas, nadie me habló de este cuento, de cómo fue escrito, ella se tranquiliza sin pretextos, cruza a la vez la calle, el autobús hace lo propio, la siguiente parada devora unos metros, las puertas que con la propulsión hidráulica cumplen con su cometido, aquél arrojado necesariamente como a un despertar, la verja después chilla, el viento está mudo, dicen que a veces tropiezas luciérnagas, que la noche y quizás que el vacío, y en aquel tiempo la novedad se cotiza al alza, la bolsa se resquebraja, poco valor seguro si no pasa por alto que no te marches nunca de aquí, por favor, sabes que no lo soportaría.
Diserta aquél, la más elemental capacidad de concentración es un sondeo a tirones, y enseguida inútil, ineludible el manifestar que ha de olvidarse, al instante ya migajas y pocos minutos y verdad, no hay desarreglos, no especula, sólo reaviva el fuego de la pereza, lo mismo que excursiones, domingos y placidez, citas que no estarán, lo hago por ti, sobre todo es por ti, explica, pues un sombrero huyendo de las esquinas del marco, algo inmaterial, un perfil, un repiqueteo, está claro que no te va a doler, cruzas la calle hablando por el móvil, las horas que la lentitud bendice y se azotan, lo conoce de largo, que a ninguno se le ocurra enseñarle la lección, que en este momento enfila el pasillo, este ahora que no cambia nunca nada.