14 septiembre 2010

Calimocho en la terraza

Azafatas sobrecargadas chillonamente traían después las corbatas. Un manojo de corbatas, la mayoría de ellas son muy flacas y modernas. Al punto, y sin que fuera algo que me concerniera, arremetí con insolencia en dirección a las mesas más separadas. Quería escapar de lo indecoroso de la puesta en escena, primero en servicio y al rato la benevolencia de las veladas más mortíferas.
De aquí para allá llevaba emplatados los menús. Hasta ese intervalo estaba acompañado con el asco verdadero de lo que no se tiene ganas de hacer. Pero asombradamente, en minutos, respiraba complacido y negligente con las copas vueltas y la deslucida servilleta que, igual que una manta, recusaba la sangría del alejamiento de las motivaciones.
Merecería que montara en cólera contra mí alguien por tan vil conducta. No obstante se baña ahora en la audacia esto tan suntuoso y se columpia, y un hastío se abrochaba y desabrochaba al persistente cansancio, desde cuándo es real tanta tosquedad.
Conduje como una fuerza motriz, quince años de carné y una exigua práctica. Mi prima pequeña me daba consejos al lado. Mejor me explicaba el misterio de ponerme de pie cada mañana y enseguida en marcha para desarrollar cualquier estúpida faena. Preferiría que no me revelara que la R es para dar marcha atrás, porque eso no es posible.
Mc Ocean fue un tipo inteligente pero que interrumpió sus impulsos brillantes por nimias e irreparables cuestiones. Tiró demasiado del hilo cuanto más lluviosas eran las tardes. Largó a dentelladas la lengua, como un garabato.
Fincitisbercio es un muchacho con gesto oblongo. Fincitisbercio de rasgos alargados, sonrisa que se propone longeva y audaz. Emana caritativamente un empleo del tiempo envidiable, su reputación se cotiza por encima del nivel del mar. Se jugó todo en la encrucijada del botón y del color que salió del otro lado.
Me tocaba al final escoger la corbata pues ya no existían prórrogas y me estaba caducando la opción en la frialdad de una nevera. Así que así fue el vientre que vi: nudo que tendré que consultar en Internet, en el buscador google, sin embargo con la holgura de salvar mi cabezón y apretarse estable en mi cuello. A joderse, no tenían más que tres o cuatro corbatas enlazadas y una de ellas es la mía. Bebo hasta perder la noción del tiempo, claro está, del espacio también en el momento en que el powerpoint es una pértiga de lo más reputable.
Análisis de producción, y alguien estaba otra vez de menos. Sujeto los libros de una biblioteca tal vez imposible de consumar, esa suerte de desfachatez que a nadie le interesa, lo mismo que a mí este bodrio inconsumible.
Las llaves del coche siguen en mi bolsillo, infernalmente las noto al pasar la mano. Descoyunto el silencio, destruyo los elementos con avaricia. Bebo al extremo de matarme bebiendo, el alcohol es una pedrada arterial porque yo no soy inteligente como Mc Ocean. Me vuelvo a cuestionar aplicadamente acerca de las legendarias motivaciones. El médico sigue dando lecciones extintas. Las chicas acaban con el asunto de las corbatas con dispar fortuna. Me aburro hasta el infinito, por favor, algo de parranda, de aguaceros de alegría.
Prima, nos vamos. Prima, esta noche el coche lo llevo yo. Prima, no estoy tan borracho, no es la muerte que cada vez que me duermo viene a hurgarme. Prima, eres una cirujana excelente, pero del coco no sabes ni esto. Cancela algunos tabúes, si alguna cosa es inevitable, ésta llegará. Prima, se pasaron cinco pueblos, no me valoran un huevo.
Son copas, tan simple como las copas: por un sitio sirven para meter el líquido; en el sitio enfrentado, estilizadas, terminan en un soporte que incluso la mente subnormal de las mayor de las universalidades subnormales averiguaría que existe para sustentarlas encima de la mesa, sujetarlas alzadas si les corresponde a las mismas las yemas de un tipo ansioso.
Lo sé, entonces tiro a la derecha, en obsesionada dirección. No me tuerzo, es la realidad que se inclina y se arruina. Es que la realidad es turbia, de ahí que mi verdad nunca se evapore en los titulares. Soy el que nunca llegará a nada, el que está al acecho de colocar algún truco entre los desconocidos. Lo que jamás se leerá en las rotativas arqueadas.
Guié pim pam, toma lacasitos en alguna mañana que de pronto se resiste a la memoria, rezando nada, que es lo que siempre sobra, pidiendo un minuto lejano para echarse unas risas, corrompiendo, incólume, las cicatrices, la noche que era pesada, las estrellas que eran una tozudez insoportable, ¿por qué tanta luz?, la amistad de las farolas de D. Gabino de Lorenzo, sus fotografías, norte sur este y oeste que terminaron por echarse al fin a perder, el golpe del cráneo, en la sien, desde un banco de la estación de la FEVE, la desilusión tristemente exánime, la amable coyuntura, la vida que dicen que sigue por ahí aunque yo no me entero, el ardor en llamas restregando el fuego, que en cuanto el fuego sea profundo yo estaré sentado en la terraza mirando en dirección al interior y bebiendo calimocho.


2 Comments:

At 14:10, Blogger David Suárez Suarón said...

¿Te pasas al calimocho?

 
At 21:40, Blogger Guaje Merucu said...

Pasado bastante

 

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