12 enero 2010

AX blanco



El viento balancea la cola del león cuando intercalo con el presente una vieja idea, y ésta se hace verbo. Así las cosas, recojo el coche en el domicilio de quien era su dueño original y sin perder un minuto me pongo en marcha. Las costas que me esperan son como alfileres.
Primero cruces, un taxi que se atraviesa, giros a la izquierda, humo negro de camión, la convicción de que debo refutar tanto sarcasmo.
Segundo, parada y menú, lectura de un periódico, vistazo a la televisión, monigotes igual que puños taladrando el cerebro.
Tercero: parece que siempre es domingo, el reloj del campanario libera un ruido inaceptable. Me pregunto dónde quedó la infancia en la cual apreciaba el sonido de las señales horarias. En estos tiempos tales sonidos simplemente escriben la historia perversa del desperdicio.
Cuarto: buscar sin esperanza, en definitiva, emprender a todas luces la ruta de los palos de ciego. Encender enseguida la radio, miseria compatible con tristeza.
Quinto: la puerta iluminada de un motel, puesto desde el que realizaré la primera llamada, quizá la última. Aquí, mezclado entre ropa de cama áspera y frente al gran ventanal, el cielo será un ancho vientre y las estrellas seguiré sin saber bien lo que son.

1 Comments:

At 22:16, Blogger David Suárez Suarón said...

no en las estrellas sino entre ellas se luce más.

 

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