06 febrero 2010

Siempre que quiera (IX)

Todo esto que está por escrito quién sabe quién lo va a heredar, de modo que cállate, eres muy joven aún y tienes algo por delante, no me llames borde, aguanta las palabras entre los dientes, reprime la poesía porque ni apariencia de eso hay entre estos vocablos ni movimientos que se demuestren andando.
Que no se te ocurra decirme que no estoy nada cariñoso hoy, no procures que el cariño se cuele en mi repertorio, tienes la sabiduría añeja de los polígonos y la droga, la misma cosa que pensarte en auroras y en olvidos, el buen momento de hacer realidad algún que otro silencio, el olor quizás de la sangre y de tus muñecas repollo, el periodo de buscarnos finalmente la cara.

Me iría a Roma un día tal como éste, con el cielo muy azul y esos crepúsculos casi negros, como eso que leí en cualquier otro rincón, pues no existe forma mayor que la buena prensa con el objeto de hacer saltar en pedazos las luces, y entonces, claro, un expandirse de fuegos de artificio que por fortuna para ti no serán los míos.

Es lo más lógico en este tiempo de heterodoxos y buscavidas, con la irradiación de las espinas y las cáscaras, albergar algún que otro museo equivocado, cualquier mediocre sospecha de verdad.

Me iría a Roma un día muy parejo a éste, con limones y desabrido, con todos los huevos en la misma cesta y el estilo que no aportará el encanto, quizás tampoco la trampa y tampoco la escena en penumbra que, por los siglos de los siglos, te deje yo como legado y buena estima y primaveras que no florezcan por nunca jamás.