Relectura
No me gustan nada las personas campechanas. Si de ellas dependiera, la literatura ya habría desaparecido de la faz de la tierra. Sin embargo, las personas "normales" son muy apreciadas en todas partes. Todos los asesinos son, para sus vecinos, tal como se ve siempre en la televisión, personas campechanas y normales. Las personas normales son cómplices del mal de Montano de la literatura. Eso he pensado este mediodía en el taxi de Pico, mientras me acordaba de una frase que Zelda solía decirle a su marido, Scott Fitzgerald: "Nadie más que nosotros tiene el derecho de vivir, y ellos, los hijos de puta, están destruyendo nuestro mundo."
Odio a esta gran parte de la humanidad "normal" que día a día destruye mi mundo. Odio a la gente que es de una gran bondad porque nadie les ha dado la oportunidad de saber lo que es el mal y entonces elegir libremente el bien; siempre me ha parecido que ese tipo de gente bondadosa son gente de una maldad extraordinaria en potencia. Los detesto, muchas veces pienso al igual que Zelda y les veo como a unos hijos de puta.
Enrique Vila-Matas, El mal de Montano
2 Comments:
Dilapidante
Lapidario
Publicar un comentario
<< Home