22 noviembre 2007

Desde aquí, desde mi casa

Veo la playa vacía, ya lo estaba hace unos días, ahora está llena de lluvia, y Noelia sigue paseando arriba y abajo, recorre el paseo marítimo sin que la pierda de vista, se cobija con un paraguas enorme de la tormenta.
Sé a ciencia cierta que me manda señales, que sortilegios antiguos afloran de cada gesto suyo y que yo me quedo como una antena parabólica, recibo perfectamente todas y cada una de las vibrantes emisiones que ella reparte.
Me pasé todo el verano viéndola pasar desde esta ventana, la contemplé sentada en una roca pintándose las uñas o leyendo bajo el sol, escudriñé el remojo de sus pies en la orilla espumosa.

Toda la simbología arreciaba y amainaba sin cesar.

Y ahora me voy a duchar con una losa sobre los hombros, cansado de todo, empezando -claro está- por mí mismo, habiéndome preguntado tantas veces con las mismas dos palabras de siempre: para qué, para qué, asqueado de esa repetición de agua tibia derramándose, meditando sobre el despilfarro y el hastío, ignorando que junto a Noelia se detiene un coche desde el que un hombre, con la simbología diáfana de una amplia sonrisa, abre la puerta para que entre Noelia y le bese y le diga qué es lo que más le apetece hacer hoy, para ser su fiel y gustoso servidor una noche más.

3 Comments:

At 19:03, Blogger David Suárez Suarón said...

Ya despertó el hombre que dormía

 
At 16:44, Blogger kikeconk said...

más bien diría que vuelve a dormir.......

 
At 23:05, Blogger L' otru said...

¿Pero alguna vez ha estado despierto?

 

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