Regreso a Sebastopol (Cuento de Navidad). Desenlace
El camino de subida era al principio una civilizada senda para domingueros, no guardaba tal recuerdo de los tiempos en los cuales yo vivía muy cerca de las montañas, de cuando comenzó todo esto. Luego se tornó el caminar más velado, el ascenso se convertía en vértigo, las piernas acusaron la falta de rodaje, me paré junto a una fuente. Allí conversé con amas de casa y pastores, habitantes de la zona árida, de la elevación pronunciada de los aledaños de Sebastopol. Aquella buena gente me contó historias centenarias, de una supervivencia que a día de hoy constituía la singular forma de vida de este paraje. Cuando existían los osos, los extraños roedores, los dragones. Un hombre perjuraba que su abuelo había eliminado al último dragón con sus propias manos. En verdad, la subsistencia era tan sencilla como sostenerse a base de agricultura y ganadería, apenas se asomaban por el pueblo, quizás alguno sí por la ermita de la Virgen de los Remedios.
Proseguí subiendo al rato por entre los matorrales resecos, caminos repletos de piedras de todos los tamaños y formas, bajo el cielo más limpio que había observado jamás. Más allá desistí de mi -creía entonces- absurda decisión girando y volviendo sobre mis pasos. Así fue como comencé a cruzarme con el ganado y los hombres, especies de lo más horripilante que unos ojos pudieran vislumbrar frente a frente. Y así fue de la manera en que empecé a mirar de otra forma tras charlar con uno de esos hombres, acariciar sus grotescas mascotas y esperpéntico ganado, después de escuchar sus palabras suaves y sin mácula, una vez expulsados fuera prejuicios tontos y puestos los pies en el suelo, porque a quién quería yo engañar.
Esquivé decenas de cuerpos de ardillas o marmotas o qué sé yo qué bichos al unirme a ellos para ascender en grupo, meterme a compartir sus cuevas, empaparme de sus rudimentarios quehaceres, aprender a hacer fuego, producir queso, cultivar la tierra y fornicar con cabras y gallinas si era tal el menester.
4 Comments:
¡¡¡Vete a Sebastopol!!!... como el lugar más lejano de mundo. Nunca me había parado a pensar, ni había tenido curiosidad, por saber si existía de verdad ( poca cultura geográfica, diría yo...) pero casualmente este año conocí a alguien de allí,una chica llamada Ossana, ¡existe!,es una ciudad de Ucrania, en el mar negro..., a lo mejor allí dicen ¡¡¡ vete a Castellón!!!, total la distancia es la misma.
Me gusta muchísimo la versión de un hombre que duerme del Cuento de Navidad.
Un beso
Bailando con cabras jejej
Al: es el Sebastopol que dio inicio a este blog, a su primer año y medio. No es un sitio precisamente recomendable, aunque quizás sea el único posible.
El cuento quería ser el 'relato total' después de tanta repetición y probablemente un carpetazo. Aunque al final se quedó en algo anecdótico y en un suma y sigue :-)
Suarón: jajaja
Tomada nota, y me doy una vuelta por tu junio de 2006...
Otro beso.
Al
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