16 enero 2010

Las canciones de Extremoduro

Imposible fue no sentirse triste ni vacío por todos los rincones, derogar ásperamente el tiempo delante de la casa de David El Gnomo con dos carajillos y un refresco de cola, el sol y la sombra, determinado viento con una especie de frescura ideal que acompasa los minutos, las pausas entre los fonemas y algún que otro diptongo, la mirada que se escapa y ralentiza los consecuentes segundos, apartarse unos milímetros y hacer hueco, después cien carcajadas, las llaves (tarjetas) de la habitación de un hotel imposible, aquel té verde y pasar porque sí a otra cosa, sin miramientos, y las gafas de sol, las botellas de sidra a inmediaciones del mar, horror, horror hueco de gaviotas, ahí donde nunca pasa nada (en ese tiempo en el cual nunca cambia nada), el ansia por correr, por detonar y arder, volar, yendo y viniendo a horcajadas de torbellinos de pólvora, y de algún modo morirse de una vez cuando no queda esperanza, espera, pues cómo pretender estancar los segundos, la lógica aplastante de leyes y ontologías, despedidas con un hasta nunca, cartas/postales/e-mails/sms sin contestación, además de las otras cartas jamás enviadas, robar tres o cuatro sacos de la central de Correos en Vienna para abarcarlas, tal vez asumir que no merece la pena, reposar por el contrario con el salvoconducto del mar, la ensoñación como realidad, los cajones revueltos, abiertos y, claro, el asco, aquella autoridad irónica de la última fotografía garabateada traviesamente, frases rosas, cursilería, ñoñería, moñería, estopa que aquí no cabe pese a la contradicción, la caminata interminable, la cárcel de los pasos, las botellas, las palabras y las confesiones que sonrojan y para qué, atribuir todo esto a la borrachera, parte activa dentro del escenario, continente de funeral, abstracciones de lo que algún día habrá que afrontar, una canción que otra vez empieza, un vergel de cartón piedra como única dedicatoria y siempre el corazón a la sombra, los tropezones, los rincones de calles que una y otra vez son distracción, agujeros, el ingrediente indispensable que es mirarte, la luz estúpida, el desvelo imberbe, el decorado que se viene abajo, que va de cráneo, la necesidad, el contador a cero porque no queda otra, la locura que no se sabe cuándo irrumpió, y por lo demás un calidoscopio frecuente, un sollozo familiar, esa realidad sin destino, a menudo por culpa de los otros que es lo fácil, abolir en ayunas la primavera, perros de encallecida boca por tanto ladrar, televisión y programas en diferido, zapatos que aplastan el hielo y siempre el corazón, Miguel, que sigo condenado al matorral y el algodón, puntos y coma porque ya da igual, da igual la línea atrás del mar, los barcos que se hunden, los calabozos, la luz, el carné de identidad, y seguir la luz del sol como no mirar, joder, que me dejen de una vez en paz, que se vaya también la luna a tomar por culo, la estación de tren desde la que nunca recibirás postales ni desprecios, y sí, mientras tanto la humedad y la carne igual que resplandores, a la vez que viene y se va la luz del sol, que memorizo que no estás sola, que se rompe el hilo conductor en la medida en que surco y que respiro, y piedras y guirnaldas y el ayer que te trae sin cuidado, que yo reverencié pese a la derrota y el sueño y la realidad que no renuncian, averiguar cuál es tu nombre y la pausa ideal y tu bebida favorita, y persuadirme de que lo conveniente es salir de aquí como una bomba nuclear, un espejo que no será desafortunado romper en mil pedazos, que no estaré abocado a tejer ni destejer por las noches ni saber esconderme, porque ya estoy cerca del autobús, el autobús que no despega, que quiere hacer camino, allí donde acometen risas adolescentes y preveraniegas, terreno donde me encojo contra el cristal, bien quieto, en el instante en que se desgarra la luz del sol.



Sin patria ni banderas,
ahora vivo a mi manera;
y es que me siento extranjero,
fuera de tus agujeros.

Miente el carné de identidad:
tu culo es mi localidad.
Miente el destino para hacer
que no te vuelva a ver.

Miente. Si dice no, me miente,
si dice sí, me miente;
y si calla, también miente.

Dice que yo ya no te espero.
Un cabrón embustero
es, mi corazón, que miente.

No se atreve la luz si no estás tú,
a pasar por aquí si oye mi voz.
Desde que no estás tú en este rincón,
no se atreve a pasar la luz del Sol.
Si oye mi voz, se queda fuera.

Luz, maldita sea la luz
que me desvela.
No. Aquí no ve y la luz
se desespera.

Me arroja a ver el mundo,
y me lo encuentro furibundo.
Si quiero ir a la moda,
necesito una pistola.

Dijo Amor antes de marchar:
ya no me gusta este lugar.
Oigo que vuelve y vuelvo a ver,
vuelvo a mover los pies.

Viento, me pongo en movimiento
y hago crecer las olas
del mar que tienes dentro.

Tiempo, devuélveme el momento.
Quiero pasar las horas
nadando mar adentro,

y revolcarme por el suelo
para empezar todo de cero.

Luz, si fuera el cielo azul,
si enloqueciera...
Mira, ha venido una luz,
como de fuera.

Ya vuelvo a caer, voy derechito de cabeza. Sí.
Vuelven a salir chorros de la naturaleza.
Caigo derechito, derechito de cabeza. Sí.
vivo derribando, derribando las barreras.

Y dicen que mi vida es un exceso,
y yo me vendo sólo por un beso.
¿Qué voy a hacer, si vivo a cada hora
esclavo de la intensidad?
Vivo de la necesidad.

Estaba el cielo lleno de estrellas,
y he pasado la noche con ellas.
¿Qué voy a hacer, si vivo a cada hora
esclavo de la intensidad?
Vivo de la necesidad.

Y me revuelco por el suelo,
para empezar todo de cero.

Luz, si fuera el cielo azul,
si enloqueciera...
Mira, que ha venido una luz,
como de fuera.

Luz, maldita sea la luz
que me desvela.
No, aquí no ve y la luz,
se desespera.

No se ve;
la vida se me queda a oscuras.
Venme a ver
caminito de la locura.

Me mira, me droga,
las fuerzas me abandonan.
Me droga, me mira.

Me dice, guasona,
métete en mi persona.
Me droga, me mira.

Se volvió a gusano, mariposa,
cansada de volar y no poder
arrastrarse al fondo de las cosas,
a ver si dentro puede comprender.

No se ve;
la vida se me queda a oscuras.
Venme a ver
caminito de la locura.

6 Comments:

At 16:31, Blogger El Brujo said...

Al fin adquirió el Guaje su copia... El Brujo no mentía...

;-)

 
At 21:16, Blogger Guaje Merucu said...

¿Qué voy a hacer si vivo a cada hora esclavo de la intensidad?

Jejeje

 
At 16:17, Blogger encarnisabina said...

Los pelos como escarpias ante tanta intensidad...

Besos

 
At 13:51, Blogger David Suárez Suarón said...

Texto y sones para sentirse de cojones

 
At 14:52, Blogger El Brujo said...

"Hay un desierto y un vergel lleno de flores de papel prensadas"

 
At 21:56, Blogger Guaje Merucu said...

Volar, volar

 

Publicar un comentario

<< Home