16 diciembre 2006

Tiempo de despedidas si ha lugar: La Rotonda

Prefiero que se sepa la verdad:
nunca estuve a gusto a lo largo de mi vida
LCB


Envuelto en los matices del neón giraba insulso durante largo tiempo en la neurótica metrópoli. Cuando estaba al borde del desfallecimiento, posé mis pies en el metal a rayas, me quedé quieto y ascendí hacia el estruendo.
En el local, en torno al casticismo, ya me esperaban, bueno, no sé si ciertamente me esperaban, pero allí había gente y había risas y había conversación. Me senté a la mesa con la vista nublada. Casi en décimas se puso a sonar por mi cabeza “El chico de la noria hecha con pelos de colores” de El efecto lupa de El Niño Gusano. Esta vez con más nitidez que la primera, estoy seguro.
Escuché, escuché mucho.
Me apretaba la soga al cuello.
Me reprimí sin más alardes.
Me preguntaron, querían averiguar el porqué, el porqué de qué, me pregunté.
Besé y me besaron.
Todo siempre dando vueltas.
Cuando estaba al borde del desfallecimiento, posé mis manos en el metal a rayas, me quedé quieto y descendí hacia el estruendo. Envuelto en los matices del neón giraba insulso durante largo tiempo en la neurótica metrópoli.
Hasta que no giré más.