El chispazo multiplicado
Crepita el pisar de hojas secas, la lluvia cuando arrecia, el encendido del sol. Aparto la vista un rato, las llamas duelen y eso que te pasa por la cabeza aciertas a entender que no es lo más idóneo. Tal vez la siguiente que adivina pasar y no. Los brazos cruzados, la ciencia es sabia, la experiencia un grado. Y un grado. Crispa el recuerdo, inventarlo es más hábil pero durante cuánto tiempo.
Me dirijo a la barra del bar con las cuentas rotas, el doctorado no es cosa de ingenuos. La ingenuidad me separa de ti cuando me aproximo, ya lo sabes. Nunca estuvimos tan lejos, por milímetros. Unas luces de colores, eso es lo real. La vida no. (Y quisiera que fuera de este modo.)
Invento unas palabras, puro alarde y pura nada. Ni alarde ni nada, con los dedos sueltos. Eso sí, la sonrisa como careta, la carcajada como guión.
Me acerco sin unidades de medida, porque más es imposible, la quimera de Julio Anguita El Califa. Me percato de mi barba de dos días y pienso en la gillette. Pienso en las venas y las percibo tan pegadas e intrusas.
El etcétera me persigue y sigo detenido. La celda de un calabozo nunca es acogedora, las sucias mantas jamás distinguidas. Y yo soy distinguido -o no- y me hace gracia. Ni una puta gracia me describe.
Tic-tac y me da igual. Supiste desde siempre que todo me da igual y que disimulo. Si no quisiste creértelo es cosa tuya, ahí no me siento culpable, culpable de tanto y de tanto.
Enrosco el periódico con saña, golpeo al primer tipo que tengo de mi parte. Después, ciertos fogonazos de luz y la tupida oscuridad.
Luego la negra oscuridad que está de mi parte, no del crepitar, no de la lluvia ni del sol. Entonces la vista que se desvía hacia abajo, al punto de ebullición. Y en aquel momento las burbujas, la claridad de un nuevo día que, aun lluvioso, es nuevo y desgastado; como mis cortinas, como la cortina del baño. Es plástico, es acero, es granito. Es cuarzo, feldespato y mica, algo que dijo Céline. Y mi guerra cuál es, Louis-Ferdinand, dímelo tú.
La batalla que me tiendes, las sábanas mal tendidas sobre la cama, un desorden de lo más triste, si escribí sobre lo más triste y aún soy capaz de al menos igualarlo, de rendirme en su colchón perenne, de no redimirme.
Me dirijo como costumbre a la barra del bar, las monedas oxidadas (no quedan billetes, no quedan colores) y los dedos amarillentos. Igual que la luz, que todo el derecho consuetudinario de la luz. Me proveo con un vaso de tubo bien fino, afortunadamente la bebida agotada, una piedra de hielo que resiste. Me desarmo en la cara del que está de mi lado pese a que la sangre me es familiar, y ya es decir mucho teniendo en cuenta que no estoy de mi lado. El chispazo multiplicado, ahora el dolor sabe tan bien y es con agrado recibido. Me siento culpable y no me siento, el suelo es posible que esté más duro de lo que pueda imaginar.
El suelo: ciertos fogonazos de luz y la tupida oscuridad, la negra, la negra oscuridad.
(¿Dónde estás?, te pregunto antes de que termine todo.)
1 Comments:
A mí me escuece el chispazo.Hay frases demasiado cerca.Y a menudo me gusta mantener la verdad lejos, para esconderme de sus aristas que siempre se me clavan en las piernas. Besos
eva
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