04 junio 2008

Móvil

Sentado en la terraza, un café con leche grande en las manos, la gente que deambula con bolsas, carricoches, maletas, niños de la mano, sueltos, incluso un hombre con un cactus erguido. El teléfono móvil sobre la mesa redonda, ni una señal. Coches, motocicletas, el autobús que gira con un mismo recorrido, algún taxi, algún que otro taxi de otra ciudad. Comercios que echan sus persianas, el camarero parece querer también empezar a recoger. Unas monedas sueltas en el bolsillo, que quizás me alcancen. El cenicero intacto, y la única servilleta de papel con que me limpié arrojada al suelo. Bicicletas. Un estudiante que se acomoda las gafas con el índice, unas palmaditas en el hombro de una mujer. Tipos en actitud de conga, vaticinio de la fiesta. Carraspeos severos, un puño educado hacia los labios, sobre éstos. Sillas alzándose y posándose encima de las mesas, taburetes en orden, balletas pringosas en acción. Sonidos de bocina provenientes del tráfico, más persianas que se derrumban. Conversación, una débil conversación. Hielo tropezando en vaso fino, películas repetidas en la tele. Carreras por las calles, siempre hay quien tiene prisa. El café frío, a medias. El lujo de las cortinas de importación, con luz artificial. La silla que se arrastra hacia atrás, símbolo de ponerse en pie. El móvil inmune sobre la mesa, sin más movimiento que el de las agujas del reloj.