El salmón
Las manos sujetan tensas el volante antes de la salida. Dirección, sentido opuesto de la circulación de la autopista; composición, dos vehículos en paralelo, kamikazes cabrones. Soltando el embrague con furia ambos, haciendo un ruido de mil demonios. Comienza el show río arriba.
Mi copiloto lleva dos puñados de arena, uno en cada mano para cuando se nos pongan a la altura. Más de uno de los coches que vienen de frente terminan en la orilla embarrada, casi todos ilesos. Escupo por la ventanilla, pego gritos como un condenado, les estamos cogiendo ventaja, a toda hostia se vive mejor.
Siento como que navego en una nave de cristal, los ojos también vidriosos por las noches sin dormir. Creo que puedo romperme, desgajarme en añicos infinitos, mas soy al mismo tiempo indestructible.
Un pequeño problema que sobreviene a mi coche reactiva a mi rival, que a punto está de darnos alcance. Ésta es la caza rauda y sutil y efímera de la que te hablaba en tantas noches, José, le digo a mi copiloto. Vamos a tener que echarle huevos, aprieta la montaña de arena y lánzasela a la cara. José y su capacidad de respuesta: le ha logrado meter arena al enemigo hasta en los calzoncillos.
En estos momentos me creo que lo vamos a conseguir, primer premio, que ya iba siendo hora… Hasta que escucho por la radio que a un kilómetro y medio está la Guardia Civil y su barrera de carretera cortada, su Puesto de Control. Pisando con todo mi alma el acelerador al unísono que mi rival, peleamos por ser los primeros en alcanzarlo.
3 Comments:
He vuelto con prisas al blog, no quería perderme nada de lo q ibas escribiendo.Y no dejas de sorprenderme, el relato de hoy es perfecto.
Abrazos
if
Death prof que diría Tarantino.
La verdad que gracias, if.
En cualquier caso, no sería mucha la pérdida ;-)
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