25 abril 2010

Kamikaze

No es un colmado de París. No es el puesto distinguido del que me oíste hablar a menudo. No es, ni casualmente, Nueva York.
Pero mientras se seca la muda en la pensión, la única muda que me fue posible rescatar, hago provisión con la fruta de la tienda de aquí abajo.

Justo lo que disciernes con ojo volátil desde mi ventana extática de esta pensión de barrio olvidado, vieja como aleaciones y eventualidades, es el reducto masivo y la redención impropia.
Aunque justo es que no merezca ya mi persona ni rastros o cicatrices, nada que pueda marcar esta escuálida cuerda que seguro debería hacer las veces de patíbulo, resisto como gato panza arriba, horriblemente.

Pese a que esto no sea tampoco Tokio, deberías tenderme una premisa para que entonces pretendiera mi confusión ajarse al redoble de la quimérica fortuna que resultó llegar de unos minutos entre bastidores y regalos y autoengaños.
Deberías, si no te parece mal, ser la gracia de oxígeno, ser tabla, devenir en salvación unas milésimas anticipadoras frente a la tormenta, porque esto se va, porque hay una nave que, seguidamente, se va.

1 Comments:

At 14:15, Blogger David Suárez Suarón said...

Una nave hacia las redes virtuosas de un realidad paralela pero totalmente verídica, puede ser.

 

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