11 septiembre 2006

En Comunidad

Sin moverse de casa tiene uno ante sí un inagotable caudal temático, con lugares comunes a veces, con hallazgos asombrosos y limítrofes con lo esotérico otras, y si no, traídos de la mano por voluntad propia, como por ejemplo cuando se coge en préstamo alguna película o disco de la biblioteca pública y se disfruta de un verano muerto a la sombra, al tiempo que se bebe cerveza o sangría.

Cosas de la edad
Elijo este título de una forma casi freudiana, porque este título era -y creo no equivocarme- el de una canción de los por unos años desaparecidos Modestia Aparte, conjunto que causó en sus días un enfermizo furor adolescente y que decidieron, supongo que impulsados por el modelo triunfador de Hombres G, regresar. Por fortuna aún no he sufrido las consecuencias de este retorno a través de la obligada radiofórmula laboral, así que deduzco que la vuelta a los escenarios de los Modestia no está resultando tan exitosa como se podía prever, y no lo lamento.
Después del relleno inocuo de estas líneas, explicar que con ese título -por fin- me estoy refiriendo a los adolescentes que se dedican a incordiar durante horas en el patio privado de la urbanización. Sus recursos son amplios: charlas, gritos, cánticos, melodías polifónicas de sus teléfonos móviles, estruendo de motocicletas, columnas de humo de marihuana y malos humos cuando vecinos correctos y razonables les intentan hacer entrar en razón.
Pero lo que a mí más me ha importunado de estos jóvenes no tiene que ver con sus ruidos a altas horas, con su asedio -que agradezco- con aroma de maría o con sus horripilantes canciones mainstream, sino particularmente con su actitud el pasado miércoles, cuando, en lugar de estar centrados en el partido de la roja, y más en esos momentos críticos, se estaban fumando unos impresionantes porros y haciendo chistes tirando a malos en el centro mismo de una urbanización privada que merece respeto.

Lo recóndito
Puedo citar unos cuantos fenómenos que deben tacharse de anormales.
El llanto doliente de un niño en el piso superior durante todo el invierno y que impedía pegar ojo en condiciones. Un llanto que desapareció con el buen tiempo y que regresó hace pocos días cuando la climatología hizo un amago de enfriamiento. Con el perseverante calor todavía instalado, el llanto se esfumó de nuevo.
Para no cambiarnos de piso, reseñar que todas las noches, entre las doce y media y la una, unos pasos muy marcados, como golpes, sacuden el suelo (mi techo) cuando un buen rato antes el edificio entero parecía completamente mudo.
Y luego está el caso del existencialista infantil, los temibles mensajes de vacío irremisible que emitió aquella voz de niño justo al lado, pared con pared, cuestionándose seriamente acerca de las razones de su nacimiento, exponiendo el tema desde el germen y la raíz, introduciendo la pregunta, el notorio para qué del mundo y de todos los mundos (incluido Plutón). Y lo que es más misterioso aún y que yo abandono en el espacio cibernético: ¿cómo es posible que habiten tan cerca dos niños existencialistas?

La Verdad
El protagonista de La piel suave, maravillosa película de François Truffaut, cita en una escena al escritor Andre Gide y nos viene a decir, básicamente: “No soy un tipo que da consejos, suelo retirarme de una discusión a las primeras de cambio; sin embargo a mi juicio lo relevante es: Hacerse preguntas. Dudar de todo. Indagar, siempre en cada momento tratar de buscar la verdad. Desconfiar de quien la ha encontrado. No fiarse de nadie, pero confiar en uno mismo.”
En las últimas cuarenta y ocho horas, aparte de La piel suave, me tragué un bodrio grotesco, A+, película española solemnemente hueca, encima con ínfulas, lo que la hace incluso más irritante. Casi se echaba de menos en aquel disparate, si no sentido del humor, una pequeña dosis de cinismo. Pero no. Nada de nada. Los cuarenta segundos de la canción “Hey” de los Pixies durante una secuencia son muy poco para un espectador que tiene toda la discografía de los muchachos de Frank Black.
De manera que, siendo ambas películas incomparables, me encontré no obstante con los dos extremos que planteaba Gide: Búsqueda de La Verdad, con Truffaut, y Verdad Encontrada, como se pretende en A+.

3 Comments:

At 16:27, Blogger Guaje Merucu said...

Menudo ladrillazo...

En mi descargo decir (ahora que sé que algunos me leen) que lo escribí el domingo pasado, jejeje.

 
At 17:47, Blogger El Brujo said...

qu conste que lo he leído todo... Ya nos dirás quién es el señor Cuesta de esa comunidad...
Por cierto, si tienes tiempo busca por internet información sobre una pseudo ciudad de la Disney llamada "Celebration"... eso sí que es una comunidad de vecinos tradicional, como las familias.

Mainstream, horrible palabro :-)

 
At 09:39, Blogger Guaje Merucu said...

Brujo: Mainstream, por eso la puse, jejeje.

 

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