Tiempo de despedidas si ha lugar: La Muchachada
Ya está aparcado uno de los coches en los que se han transportado, y la espesura, lo hundido de su carrocería delatan que el maltrato se ha impuesto como en otras ocasiones, ya es muy tarde para cambiar, son muchos los años y grandes las cabezas. Así que este señor del que me callaré su nombre aparcó su vehículo sobre unos contenedores de separación de residuos, es decir, amarillo, azul, verde, sin distinguir indolentemente a qué especie pertenecía su hasta el momento impecable coche. Cuando se hubieron calmado tras la acalorada discusión, les hablé de los últimos episodios: el encuentro fortuito con B., las costuras de un complot, la lluvia ácida en la rotonda… Pero también les relaté mis flamantes pisadas por la ciudad, como mi presencia ante una escena turbia y lamentable protagonizada por unos jóvenes marroquíes que aporrearon a unos no tan jóvenes clientes de un bar del centro, o mi repentina vomitona en un parque de los aledaños de mi domicilio al volver, algo pasado de copas y a horas intempestivas, en una de mis más prósperas noches de ocio y rutina canallesca.
De la Muchachada referir su protagonismo en una despedida que podría haber tenido lugar, que de hecho lo tuvo. Porque basta ya de pecar de la más execrable complacencia, que no es otra que la autocomplacencia que embute este blog. Basta ya por unas líneas, aunque sólo vaya a ser durante unas líneas, las líneas de hoy y las de la mano izquierda.
Pues bien, los muchachos tomaron la ciudad o volvieron prisioneros (siempre es complicado afirmar, excepto para la mayoría); aun así no es posible ni prudente inocular objeciones, irresueltas hipótesis o premisas macilentas. No. Los muchachos fueron cualquier cosa menos tonalidades grises, trajeron risas de colores y se exhibieron a cada cual más hermoso y jovial:
los vimos beber, estrellarse contra el pavimento, rodar y sonreír con bocas abiertas e inacabables, bailar con sangre y no horchata en las venas, pelearse, gemir, reconciliarse con ellos y el mundo, empapar de sudor y lágrimas sus camisas floreadas, cortar céspedes y regar jardines municipales, oler flores, morder el polvo, derribar señales coercitivas, tender la ropa y la levita al paso de las damas, ofrecerles rosas de plástico, amarlas (a todas) y, es más, soñar despiertos cuando en realidad dormían, custodiar la verdad por unas horas bajo alfombras voladoras y volar sin alfombras y sin alas.
2 Comments:
los perdedores somos
los perdedores seremos
Ganadores, Suarón, ganadores
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