Estimados señores de la Organización:
Se puede salir a comprar el pan aquí sin que te escupan una calumnia ni un reproche inventado y sin que te vuelen puñales o estiletes por la espalda.
En esta ciudad uno se olvida del ignominioso peso de la nada apestosa, la mala baba que cobardemente te limpia la nuca a collejas y de la que sólo obtienes noticias por terceras personas, a veces por indicios vergonzantes, que deberían hacer enrojecer sobre manera a las ratas emisoras.
El sol tal vez brille de manera parecida cuando paseamos por el puerto, cuando llega la tarde que pronto será noche. Y sin embargo no llega el metal rastrero a estas orillas, la podredumbre, el desatino de la confianza en quien desde luego no la merece.
Dedicamos los días a tareas prosaicas también, es cierto, sin un solo remordimiento. Nos paramos en los escaparates de moda sin fingir displicencia, con una ausencia de autojustificación disfrazada de autenticidad que es del todo encomiable.
Quizás no se pueda imaginar que aquí existan los amigos, pero quién necesita inhalar sandeces, nunca fue necesario salir a buscar determinadas cosas que se presentan si sueltas media patada a una lata vacía.
En los paseos huele igual que en otras ciudades, pero qué diferente.
En consecuencia: les estoy muy agradecido por todo el interés que han mostrado por mi humilde destino, les invito a que sigan enriqueciéndolo como hasta ahora, con la inventiva más carente de imaginación que uno pueda sospechar.
Ahora les tengo que dejar pues me están llamando.
Atentamente,
2 Comments:
Indíqueme, por favor la dirección del órgano al que dirige su mail.Desearía empadronarme en un destino semejante a la mayor brevedad posible.
Un saludo cordial,
eva
Y ¿quién estará al otro lado de la locura?
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