27 septiembre 2006

Imserso

Inmerso en el programa para mayores y discapacitados se fueron pasando los días. Así, y también espoleado por calificativos como huraño, desconfiado, caprichoso o egoísta que son achacables a muchos viejos, los de edad y los de pensamiento, por mucho que el domingo en el metro un señor de 84 años dijera, mientras me miraba, que la vejez era en exclusiva un estado mental.

No demasiado fascinado
Aparte de los actos de la Noche en Blanco por toda la ciudad de Madrid, el último sábado se desarrolló en la calle Fuencarral una maratón de actividades y conciertos promovidos por una marca destacada en el mundo de la telefonía móvil, y hasta allí me trasladé con el fin de escuchar a The Hidden Cameras y Sidonie. Decir que de los primeros sólo había escuchado una canción y que a los segundos les tengo bastante tirria, aunque no puedo negar que Fascinado, su último trabajo (y entero en castellano), contenga unas cuantas buenas canciones.
Me encontré con el show ya iniciado de The Hidden Cameras cuando di con el escenario. La calle estaba intransitable en muchos de sus tramos, pero pronto me hice con un hueco y me planté ante unos músicos que ofrecieron un espectáculo entretenido y contagioso, que incitaba al movimiento en los más torpes, al baile en los espíritus más osados. Quizás nunca me compre un disco suyo, sin embargo para hacerte pasar un buen rato en directo van más que sobrados.
Saltaron al escenario los Sidonie con retraso después de un minucioso montaje, y empezaron con un pegadizo tema en inglés. Ahora recuerdo que fue Kike el que me comentó, hablando de Franz Ferdinand y de si eran fabricantes de hits, que a Sidonie se le podía atribuir la misma virtud o defecto. Los catalanes demuestran que son animales de directo, ponen en marcha al público y en un instante atacan a la perfección dos canciones de Fascinado “Bohéme” y “Joe” y un notable “Dos murciélagos”. Luego para mi gusto el concierto va decayendo un poco, como si se condujeran con un piloto automático. “Bla, bla, bla” fue una de las piezas que sonaron en esa fase, aunque también presentaron una nueva también en castellano y que sonó muy bien.
Pero lo más decepcionante fue el momento en que Marc interpretó, arrojó, se quitó de encima una de mis canciones favoritas: “Jardín Polar”, que en una ocasión taché de puro pastel o pura poesía, aunque yo me incline más por lo último.
El cierre de su actuación, eso sí, destacable, con energía y ritmo, poniéndonos a bailar a muchos de los que rodeábamos el pequeño escenario de la calle Fuencarral. Y ya.

Prayers for change
No tengo ni idea de si esta frase está bien construida, si tiene el sentido que yo quiero darle o si tiene siquiera algún sentido. La escribo basándome en los títulos de las canciones “Prayers for rain” de The Cure y “Prayers for time” de The Unfinished Sympathy. Pues bien, esas ansias de cambio (¿de cambio de qué? ¿A cambio de qué?) me las planteé el mismo sábado ya entrada la noche, a esas horas en las que ya debería hablar de domingo si persiguiese la exactitud.
En vista de no tener tan claro el objetivo, el hilo en que enhebrar las ideas, los pilares de los pensamientos y los propósitos, empecé por algo sencillo: cambiar de línea de metro. Porque, ya que la Línea 1, al igual que en la canción, es transmisora de fatales errores y de sordidez y de tristeza, la perfección de la Línea 10, con número de crack, me transporta a algo más que un destino, me aproxima pausadamente a un estado mental y una apertura de lo que debe ser una variación, que no una variante. Pues no descubro nada si sentencio que un cambio nunca puede pretenderse brusco e inminente, que todo requiere de un proceso o protocolo y que, si no mucho, algo es algo.


(Y fútbol es fútbol)

1 Comments:

At 21:14, Blogger David Suárez Suarón said...

Pongamos que hablo de Madrid(Sabina)

 

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