Cuento de Carnaval
“Voy a enseñarles a estos paletos lo que es juntar unas cuantas frases”, dije tras darle el último trago a mi caña.
Había leído días atrás que la biblioteca del pueblo había convocado un concurso de cuentos mensuales y tematizados. En el mes de febrero el tema era el Carnaval. Mi intención era basarme en la impunidad que podría facilitar un disfraz a alguien para perpetrar una venganza. No es algo que fuera demasiado original, de hecho lo encontré desarrollado hace varios años en un cortometraje de ésos minoritarios; de hecho me basé esencialmente en él para construir mi relato. Vamos, que podría decirse que lo estaba plagiando. Pero todo valía en ese momento, cuando le explicaba a Rigoberta mis planes, sobre todo por la atención que mostraba, la fascinación que le transmitía: Rigoberta no era cualquier cosa, señores… Si dijeron que París bien valía una misa…
Sin embargo la cosa no quedó ahí, en un intento por impresionar puerilmente a una chica. Me dediqué durante un par de semanas a fanfarronear en el centro de mis borracheras del tema: que si tal, que si cual, que iba aquello a ser la polla y demás… En fin, a ejercer con patente claridad del gran bocazas que soy.
Llegó el concurso y no puedo negar que había logrado hilvanar un conjunto más que aceptable con la materia prima expuesta líneas atrás. Es más, yo creo que el relato se aproximaba a la brillantez con algunas de las letras que había juntado. Obtuve el primer premio, los medios locales se hicieron eco de ello y aparecieron las crónicas y las entrevistas.
Poco después de saborear estas jornadas de éxito y algarabía (como un Carnaval), de convencer a la chica para que pasara por mi casa esa noche, recogí una carta del buzón. El remitente era el director del corto. Rasgué el sobre y extraje el mínimo pedazo de papel allí contenido. Leí.
(…)
Suena el timbre del portal. Miro por la pequeña pantalla anexa al telefonillo. Veo a un tipo disfrazado.
Pulso el interruptor y abro. Hoy es Carnaval.
4 Comments:
por un lado no te sienta mal el paro...
En fin...
este relato me recuerda en algo a la genial novela de Julio Rodríguez "El mayor poeta del mundo", que te recomiendo que leas si tienes ocasión guaje (te la presto yo si acaso)
Habrá que leerla.
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