Dinamismo en Ciudad de Barcelona, Madrid
La historia se remonta al jueves. Tuve que viajar (no exagero) a Madrid por una cuestión de trabajo, y de ahí se deriva mi no comparecencia hasta hoy por esta página.
Qué cansancio. Un madrugón de órdago para llegar tarde. Una letanía tan insistente… Si no es el tren, es el atasco a las afueras y en el interior de la metrópoli, si no la avería del metro, todo a la vez, qué se yo… Caprichos. Algo parecido.
La noche del viernes tenía decidido eso de sentarme y escribir sobre esto. Me dormí en el sofá. Lo dicho: tan cansado me encontraba que no estaba, era imposible estar. Me había dado tiempo a leer un capítulo crucial de Las intermitencias de la muerte, última obra de José Saramago (o Sara Mago, como prefería fantasear Esperanza Aguirre en sus tiempos Ministra de Cultura; porque era fantasía y no ignorancia, ¿no?). Mientras leía no recuerdo haber percibido acceso alguno de sopor, me sentí por el contrario acoplado con los párrafos y la trama de la novela. Pero me dormí y el post se escribía en una especie de duermevela gaseosa. Se fue todo a vivir junto al olvido restando un poso de desasosiego al concluir mi cabezada. Gran estupefacción en mí, regreso a la consciencia y enseguida al sobre a continuar con el dormir, soñar acaso.
Levemente afectado por el trastorno padecido durante el jueves madrileño, este sábado me dirigí a la oficina con la música de Muy Poca Gente en procesión: cuánto barroquismo, cuánto rococó en el germen de LCB. Algora es imbatible. Emocionado de nuevo al incrustarme en el universo de este gran tipo levanté el cierre del comercio con fastidio, prefiriendo haber llegado un par de minutos después, el tiempo exacto para que la canción ‘El beso más grande’ finalizara. Reconozco que dormité cuando buscaba unos papeles que teníamos extraviados. Y eso que los encontré velocísimo. O eso creo. Ahora no sé con seguridad si eran los papeles que buscábamos. Bueno, todo a su tiempo. Tras cosas peores el mundo siguió su curso.
Luego vinieron las conversaciones, chequeo al pulso de la actualidad de la empresa: una compañera que había llegado a las 7am tras una noche con origen tranqui (suele pasar); otra que tiene una duda y se le ocurre (qué idea) que yo puedo ayudarla; una tercera que llama para saludar, desear los buenos días a las 12:56 al tiempo que me comenta que tiene delante de su escaparate a un individuo con un cubata en una mano y un porro en la otra; una cuarta que me sorprende según avanza nuestro despreocupado diálogo. Sale a relucir -pues yo le pregunté si había consagrado la noche anterior a la telebasura- el tema de los libros. Interrogo: “bien, ¿y qué leías?” “Sobre héroes y tumbas”, me dice. “¿Qué?”, me sorprendo, “¡si la acabo de terminar!”. “Anda ya”, replica; qué incredulidad me demuestra la muy... “Que sí, que sí”, digo, y entro en detalles. Como es lógico surgieron más nombres, de películas también, pero con quien no contaba es con Hank, ese escritor de verdad, ya que ella me cuenta que leyó recientemente Shakespeare nunca lo hizo, que vio Factotum y que se va a meter con toda la obra de Mr. Charles Bukowski. Sin palabras me quedé, pues la conozco desde hace casi un año y mira tú por dónde me salió, nunca me lo hubiera imaginado.
Y de esta guisa pongo el punto y final sin hacer aprecio en ningún momento al título de la entrada, extremo más que justificado, porque fue lo mismo que hicieron con nosotros el jueves: convocarnos para algo que no nos llegaron a exponer.
3 Comments:
Parece que Hank resurge con mayor fuerza que nunca... Ya me contarás tus impresiones sobre el último de Saramago y sobre esa parte final sin sentido ninguno, ni siquiera para un libro suyo... ¿estará acabado? :-)
Tal vez le haya mandado ya su carta la muerte :-)
Espero que el final no sea tan chungo, ya me queda poco y ya te (os) contaré...
Es verdad lo de ese final del último de "Sara Mago", desconcertante siendo benévolo...
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