J.
O mundo exterior existe como um actor num palco: está lá mas é outra cosa.
En el avión de SN Brussels Airlines estaba todo preparado para el despegue, para que aquel confortable aparato nos devolviera a Madrid. Entonces se escuchó de los labios gruesos de Ellen:
Te conservé arrasada por el tiempo. Una más, de aquéllas. Pero ahora no quiero darme de hostias con tu amigo que igualmente es sencillo y divulgado en su acaso natural aparición o ciencia, escepticismo, biología, física, inversiones, farmacia, química, electrónica... (y tantos conocimientos que ignoro y que atesoro). No soy de los que se dan el rollo de saberlo todo, de expresarlo todo con sencillez, sin pedanterías varias, con degustaciones sinceras. No soy de ésos. No soy el sombrero ejemplar y la campana de la sabiduría, el arquetipo de la omnipotente imparcialidad que únicamente pueden acumular unos pocos o al menos uno. Ni siquiera aquél que extrae del cemento la consigna, el objetivo de provocar la aventura y la herramienta, qué diablos, no soy de los que ponen en pie los estadios. No comparezco ampliamente maltratado por la injusticia, la ausencia de los valores de la revolución de conservadores y de mártires que castigan cierta horma de burguesía que no es veraz, más aun, contumaz, ni me sé de pé a pá vuestros mandamientos. No me busquéis.
No hay señales en el móvil y ciertamente me la suda. No sé cómo empezar con esta historia y cómo terminar con tu hermosa plasticidad. Extendiste tardes que merecían mi rotunda aprobación. Entonces de qué manera desflecar el tiempo si no existe nada dentro, aquí adentro, en las profundidades. Ahora sin embargo ya sabes demasiado.