30 abril 2010

El resultado nos da igual

Ha empezado a llover aquí en Vienna de una forma bastante tonta. Se ha corrido el rumor, la ola de los pronósticos se ha desatado. Anuncia el tsunami, aún con minúsculas, porque nadie ha tenido el arrojo de ponerle un nombre. (Catarsis me parece que se descartó hace ya algún tiempo). Espejos que son espadas, mensajes que son machetes, todo aturde por volverse de repente tan en contra.
Si bien algunos dormirán sobre el prado, otros lo harán bajo el mismo.
Por evitar causar daños eludibles se han visto involucrados en la página de Sucesos de La Nueva España.

Esos que jugaron con la posibilidad de ser héroes, borronean en el diccionario una nueva acepción de villano.

28 abril 2010

Me quiero defender

25 abril 2010

Kamikaze

No es un colmado de París. No es el puesto distinguido del que me oíste hablar a menudo. No es, ni casualmente, Nueva York.
Pero mientras se seca la muda en la pensión, la única muda que me fue posible rescatar, hago provisión con la fruta de la tienda de aquí abajo.

Justo lo que disciernes con ojo volátil desde mi ventana extática de esta pensión de barrio olvidado, vieja como aleaciones y eventualidades, es el reducto masivo y la redención impropia.
Aunque justo es que no merezca ya mi persona ni rastros o cicatrices, nada que pueda marcar esta escuálida cuerda que seguro debería hacer las veces de patíbulo, resisto como gato panza arriba, horriblemente.

Pese a que esto no sea tampoco Tokio, deberías tenderme una premisa para que entonces pretendiera mi confusión ajarse al redoble de la quimérica fortuna que resultó llegar de unos minutos entre bastidores y regalos y autoengaños.
Deberías, si no te parece mal, ser la gracia de oxígeno, ser tabla, devenir en salvación unas milésimas anticipadoras frente a la tormenta, porque esto se va, porque hay una nave que, seguidamente, se va.

24 abril 2010

Hazte camarera



Quiso tal vez recoger el cadáver, me sujetó la cara y me dio dos besos confundidos con espinas.

Quién podría sospechar que pasados siete días, subiendo por el Postigo Bajo, un turismo propiciara el choque.
Dos miradas entre cristales: aquí, transparentes, miopes. Allí, ennegrecidas y escudadas contra el sol.

Ni idea sería la expresión a esgrimir en la trinchera que seccionaba los siete días, la mirada mayúscula, unidad cruzada en punto intermedio, el meteorito alcohólico que gestionó el movimiento de iris y pestañas entrecerradas.
Todo el tiempo que de una vez había servido para algo en aquel tiempo despilfarrado.

Siseo de flequillo, rostro trasquilado, camisa parda.
Agnosticismo como castillo de naipes. Piezas de dominó.
Luz costabravista entre los ojos, hazte por dios camarera, ponme la última en el Bola Ocho (por variar).

Con todo la distancia, una disculpa sobresaliente, el terror.
La payasada.

Ahora cómo será el camino que me conduzca directo a tu ciudad, siempre y cuando me dé permiso lo irrealizable, el bloqueo de frenos, la patria insolvente.
El apremio del sueño junto a los naufragios, los balances perjudiciales, el conducto de las cenizas, la inercia de la desesperanza.

Ya sólo me pregunto si vendrá el telegrama futuro de la visita, de la losa que entonces se tornará cenicienta e irreversible.

21 abril 2010

y no habrá servido de nada todo el esfuerzo



Si por casualidad alguien oyera esto
y dentro de mil años existiera algún invento
que le permita desplazarse por el tiempo,
que venga a salvarnos mientras pueda hacerlo.

Pero mis palabras se las habrá llevado el viento
y no habrá servido de nada todo el esfuerzo.
O bien no queda nadie en el futuro para hacerlo
y Kang es el señor de todo el universo,
y tiene a la antorcha humana
en un bloque de cemento.
Ni siquiera La Alianza
ha podido detenerlo.
Y se acaba la película
y los malos van venciendo.
Y si alguien del futuro
casualmente oyera esto,
que venga a salvarnos,
que me salve a mí primero,
que me salve a mí primero.

18 abril 2010

No hay manera

15 abril 2010

Arteixo

No sé si, por ser lo más viable, barajo con entusiasmo la salida que me presentas.
Arteixo y sus polígonos industriales, el déficit, el hambre por paliar aquellas carencias elementales se postulan con maestría sobre el tapete mortecino. Además, tendría el tiro de piedra -unos 13 kilómetros- que apuntalara y activara lo que perece, a ojos vista, bajo el calco de la inercia y de la falta de imaginación.
Me acuerdo de la triste experiencia de 2003/04 y de que, indudablemente, el panorama no era el más apropiado para introducirlo ya en la batidora del veredicto.
Sin embargo está también la confesión acerca del hermano de tu amigo muerto, el distinguir entre todas las palabras que te afectaba sobre todo eso de haberte enterado, casi por casualidad, del suicidio del hermano de Miguel.
Yo, aunque de amplio histórico torpe, inserté el contrario de la lectura que era propio elaborar. Leí, como se dice, entre líneas:

A tientas los nubarrones y detrás del gris el gris de arrogarse, sacar para afuera los avisperos de dicciones estériles, coger el toro por los cuernos.

La pesadilla de vez en cuando que es el común denominador.
Alcanzo tal vez a sospechar.
Lo sé.
Pero no aseguro nada.


11 abril 2010

La Copa de Europa

Entrevista desde arriba, apenas se hubo difuminado la cuenta atrás, la escena retrocede al punto de vista cenital, a un cuadro estilo tabla de planchar o tabla de surf antigua, también a los tubos y la concentración solemne regurgitando bajo los trajes verde oliva, las máquinas que son como escalones amplios, el instrumental, la sangre que no tarda en hacer acto de presencia.
Que no se hayan sentido los pitidos, el hilo insoportable que me ligaría a la vida, me produce, sorprendentemente, un estado de reafirmación horrenda, un tal vez, un pensamiento que dictaminaría que las raíces eran miserables y sólidas, que por ende el abatimiento de plomo me da esa razón necia y enloquecedora, el solar que osé combatir, aunque fuera imaginariamente, con el mayor de mis ímpetus.

El asunto se inicia cuando arreció el colapso, porque estaba cantado que el estilo adoptado, ajeno al azar, se inmiscuyó, igual que las agujas danzan con el propósito de que yo salga adelante, con la finalidad de extirpar el mal que ni de misericordia tiene algún remedio, formando bases densas que se estrechan las manos sin que a mí se me oferte manera alguna de participación en tal envite.
Las sirenas dieron vueltas por toda la ciudad concertando una comarca donde el tono anaranjado insuflara a la palabra muerte la corta distancia que en verdad se merece, y cayeron brazos como pesos vencidos, inanimados, y entonces recogieron los desechos los hombres de verde oliva, los pasillos y fluorescentes, el rencor que anidaba casi desde el siglo pasado, porque en qué manos terminaremos por caer.
Sin embargo no es de justicia asentar la desconfianza sobre el lomo de estos profesionales, y eso que a menudo hacen chistes y arrogancias que deberían guardarse y mejor callarse, y más aun en el instante en que se abren paso entre el cosmos de esta dependencia, infinitos dogmas lanzados a lo más oscuro de los agujeros negros, carencia de respuesta, de feedback, de aserción, musculaturas planas en vivo adiestramiento.

Al cabo de una hora o dos llegará la miel, vomitar, y si hubiera suerte la orina para desprender la pegajosa adormidera, pero mientras tanto veo pasar alguna que otra pista enlatada del deplorable espectáculo que fue mi vida, desde aquí, desde lo más alto y, aunque me hablaron de una luz previa al fundido en negro yo no presencié ni por asomo, al final del camino, ninguna clase de luz.




Ahora pienso que no merece la pena,
arriesgarme traerá más problemas.
Así que elijo
lo que tengo más cerca.
Por lo menos tendré la certeza
de que existo,
de que puedo decidir,
de que elijo por mí,
sólo por mí.

En vez de aceptar lo que viene de fuera
en lugar de contar lo que queda,
desde ahora hasta el día en que me muera
por lo menos cabrá la sorpresa.
Algo nuevo,
algo aún por descubrir,
algo dentro de mí,
dentro de mí.

Cuánto tiempo he perdido ahí afuera,
cuánto por descubrir en mi cabeza.
Es tan vasto
que da casi pereza.
Casi pienso que no tengo fuerzas
para hacerlo
y encontrar dentro de mí
algo nuevo

10 abril 2010

La destruction, Béatrice y Dublín (4)


A pesar de la admiración estoy muy por encima, seguro que lo sabes, por eso agachas la cabeza y vives en tu escondrijo, no das la cara y no hablas de este shot de Jameson que degusto aquí en Irlanda.
Lo declaré de forma muy seria, por eso emergió el resplandecer de la curva del cabreo por ahí lejos, siempre es lejos alguna que otra vez y facción/reacción/fascinación, y no tener abuela y todo lo demás.
Porque no sientes por mí las más minucia de las estimas aunque yo ande cimentando, ferralla incluida, la pirámide de las alabanzas día a día, medio en broma, completamente en serio para que este post no se convierta en devenir -paréntesis-, en el obstáculo ni en el rostro trastabillado del destino de unos pies ni de unos párpados pegados frente a la categorización del que si estás lejos es mejor, porque tu sola unidad es como el agua, porque ven a verme, son sólo unos escalones y que tropieces y que te rompas de una vez la (puta) cabeza, la anuencia de pronto porque el silencio es lo que se encarama en la cúspide, por lo que yace, ni me mentes a la que quiso hacer la demostración comercial, pues a las primeras se pica pero ahí resuelve la edad, y no es que la resolución así recibida sea la panacea, tú allí tan de sobra (perplejidad, propaganda), yo aquí tan solo, es tangible que no se triunfa, que el polen que las abejas que tu proyectada vocación que eso de tenerlo todo tan claro que en fin ye lo que hay será lo que habrá, prístino, cuando yo, a fin de cuentas, ya no esté.

09 abril 2010

Ya va siendo hora

La película que armaste y desarmaste tú ante el estupor



En el castillo de donde las dan las toman
hay una cama reservada para ti.
Alguien te vio salir volando en una escoba,
no había necesidad ninguna de mentir.

Y no es que yo esté disfrutando
mirando cómo sufren los demás,
pero es que ya iba siendo hora
de que compruebes por ti misma
cómo duele lo que sueles regalar
a quien sólo te adora.

En las revistas tan bonitas que te compras
están contando mentiras sobre ti.
No quiero hacer leña del árbol justo ahora
pero de ésta cómo vas a salir.

Si necesitas una mano
ya sabes donde tienes que llamar
para que te den de lado,
que yo estaría encantado
si pudiera devolverte la mitad
de lo mismo que me has dado.

08 abril 2010

La destruction, Béatrice y Dublín (3)

Sabes que esto sólo puede salir de las profundidades, pero como un suspiro me preguntas que cómo que no estoy animado y te llevas la réplica recién sacada de la chistera del desconsuelo, el imposible, que es que no, no espero nada de nada, y al momento ese golpe de tuerca que pretendes que alcanzará para salvar los muebles, y el partido no hay dios quien lo levante, amplío, a jugar con las muñecas, hombre ya, código EI en la pantalla con la predestinación DUB, 10 kilómetros al norte y envolverse entre la madera local y el vapor que rezas por que no se evapore, ¿sabes? no te lo digo a ti, contigo no hablo, ¿sabes?, fue el discurso interrumpido, oye, espero que estés bien, siempre tenemos a tiro Dublín, a veces la urgencia de salir corriendo, esquivar los bates de los chavales que se sulfuran sin no sé qué pretexto, aunque no está bien que yo lo juzgue, es que siempre hay motivos, si te toca pues mala suerte, o te libras o te desangras encima de la almohada y, si no, a currar se ha dicho, que aquí amanece más deprisa, sólo con que tú vuelvas a hacer surcos en mi imaginario el resto está de sobra, tendrás casera amable, tendrás compañía con lo celeste que el tiempo así consienta, como el coche de alquiler y el volante del otro lado, y volverán calendas, volverá el tabaco y a ratos la maría, volverá el beber, la pesadumbre de tanto tiempo perdido, sin recuperación, que se inflen los moscardones del sueño, que a pesar de las malas noches, del denuedo estéril, sólo subsistirá el color.


Negro como el fin de tus deseos
que reducen poco a poco el tiempo
muerto.

Blanco como quedará la nada
que construye tus cimientos que se doblan.

Azul, como el sol en tu mirada
como luce la noche más cerrada.
Rojo como blancos son los besos
que me mandas desde lejos.

Contigo siempre hay tiempo perdido
contigo tanto tiempo perdido... y me olvido.

Verde como espero que se mueran
todas esas cosas buenas que recuerdo.
Verde como estabas aquel día,
cuando todo funcionaba y tú... no querías.

Las cosas que tengo no tienen precio
las cosas que siento no tienen precio... ni desprecio.

Y pienso ir a donde soñé...
No voy a echarme atrás,
y pienso ir...
y pienso... y pienso... y pienso ir

05 abril 2010

Dos hombres con sombrero



Instalado en la media luz más cotidiana los casi 300.001 habitantes, contando a la gente de paso por la ciudad, concurrían con modorra a la salva acuática que emanaba del cielo, en un barrido singular. Si bien el ennegrecimiento del cielo podría haber servido como pista, aquella media luz tan ordinaria me había vacunado de espantos, hasta el extremo de que ni era igual ni no lo era: la convergencia de la luz, el disuelto reflejo en accidental escaparate como una imagen de vuelta equívoca, a veces un grito y una mención hacia un nombre que en ninguna circunstancia sería mi nombre.
Es natural convivir con la hamaca de la deriva, pocas cosas hay más populares, poco terreno tan perenne. Y ahora es el dingdong que justamente pugna por indicar la próxima parada pero bien es verdad que no hay parada ni bajada, no hay bajada más acusada, ni despeñaderos más oblicuos. Y luego la cortina de azul, un embotamiento frente a la presteza que es como la angustia, la zozobra que va saltando de lado a lado, deseo de no ver franquear al ancho de la luz el envés de los días, posiblemente el temor fundado que resuena. Todo aquello que se ha perdido como una cuchillada, todo lo vaciado, cortocircuitado, el ciclo con los sedimentos en la tripa, desdén y respiración, pisadas sin dejar rastro, porque ya todo da igual.

03 abril 2010

Salvation holdout central

La destruction, Béatrice y Dublín (2)



Afortunadamente no había mostrado la estúpida elocuencia ordinaria durante la madrugada del viernes. Fue más bien la referencia a lo británico e irlandés un asunto a pasar de puntillas. Y fue triste la apremiante revelación que apareció con aquel golpeo al aire, el gesto, el asomo de lo que pudo haber sido mi auténtico viaje vertical. Puede que la ruta hacia abajo en la Semana Santa de 2004, la procesión en descenso por el norte de Portugal se hubiera quedado en un ensayo erróneo, una suerte de experimento con gaseosa. Es muy factible que las noticias recibidas el miércoles desde Oporto pusieran en funcionamiento el ramaje y cableado de este caos asociativo. L.Á. mandó su mensaje desde la ciudad que casi tomamos cuatro balas perdidas en la Semana Santa de 2004, lo hizo como quien anuncia la colocación de una bomba en algún edificio institucional, conjurándose para celebrar su cumpleaños antes de este domingo. La invitación parecía tener un halo de fin del mundo, un contorno y matiz apocalíptico dentro del enredo que palpitaba desde mis sienes hacia otro punto más hondo y tenebroso, la superficie abisal que, intrigante y metódica, me traía de los pelos igual que la vigilia más violenta y demoledora.
La interrelación más frenética, con esta dispar materia prima, se apareció de pronto y saltaban las chispas de lugares visitados atrás como Salamanca, las poblaciones taciturnas del norte portugués, con una plena, merecida y reconocida capitalidad para la ciudad de Oporto. Me vino a la memoria el recuerdo de la noche en Salamanca años antes, el papel en blanco de los 21 años de la chica de Castelldefels, la saga de minutos escurridos, viento que se escapa y así pasando el tiempo, con los bolsillos vacíos, no muy distinto por consiguiente lo que sucedería después, el viaje con un inicio que amenazó con truncar cualquier planteamiento, cualquier trazada con cierta base lógica.

Es triste la apremiante revelación, la escasa habilidad para transmitir que ha derivado en una torrencial lluvia ante la que debería postrarme esquivo, los bajos del pantalón empapados, el sombrero ladeado, la vista marcando la simetría de olas que no parecen ir ni venir, congeladas en medio de la tempestad, la bruma entorpeciendo el paisaje todavía más: si esto fuera ya posibilidad, si permaneciera en pie algún material con el cual empezar así una narración, la salida del laberinto, el minotauro que se muere ahí dentro de hambre.
Jugué pues con los ingredientes que el capricho y la evocación me dispensaron. Quise sacarlos a la luz. Dejé caer la idea de entrar por Londres, salir por Dublín, quién sabe si como ejecución de un engaño, claro está a uno mismo, entiéndase bien la idea. Esto fue lo que se verbalizó en la madrugada del viernes, el conato a tientas de una tabla que flota y que parece inaccesible. Debajo de las risas por la vertiente más anecdótica, por la bandada de pájaros en la cabeza que enraizaba la base del iceberg, se anclaba la búsqueda de un determinado orden que espantara el atractivo por lo profundo, el techo insondable y magnético.
Queda al final algún capítulo por escribir, un relleno de latón en las horas siguientes cuando, tal vez, empiece a percibir eso que se dice del movimiento y de los pasos y de las demostraciones, acaso el infinito testarudo dilema de dejarse o no llevar.

02 abril 2010

La destruction, Béatrice y Dublín


"A esta ginebra le falta una gotina de angostura, el gin-tonic me sabe dulce", fue de lo poco que recuerdo haber dicho durante la borrachera de ayer noche; y tal vez me acuerdo también de la respuesta que me dieron, que si no me parecía bastante mi amargura propia, que para qué quería más. Para qué, buena expresión. En este periodo de derrumbe y ruina física y mental el para qué, el regreso a la lectura y la influencia palpable de Vila-Matas con su novela Dublinesca, son de las pocas cosas que me sujetan, una vez que me dijiste que no, que de manera tan grosera y prosaica colocaste los nódulos en la realidad y obtuviste mi estrangulamiento de manera instantánea.
Si acaso puede ser por este nuevo gin-tonic, el arma con que lucho contra la resaca y la pena, si acaso es quizás por el sms que me remitió H. antes de las 12:00 am cuando dormía la borrachera, intento delinear el puente que me sitúe apenas cerca de la lumbre, allá lejos, del lado de la luz. H. me ha demostrado en los últimos seis años que es una buena amiga porque, pese a que por un motivo u otro nos costó mantener vivo el hilo conductor de la amistad, siempre estuvo de mi parte, no faltó nunca a la cita mientras el hundimiento hacía estallar todas mis alarmas y las luces rojas, las alertas, y una especie de transmisión cariñosa se aprehendía en nuestros meses y rutinas, y era raro el día que yo la olvidaba, siempre guardaba una esquina para su recuerdo, sobre todo porque estipuló que su ternura se encontraba circunscrita a los márgenes de lo que estrictamente es un camarada, que no hay lugar para cualquier otra interpretación de dudoso final o rumbo catastrófico. H. me insinuó con aquel mensaje que seguía sin pasar por su mejor momento, que se moría por irse fuera, y que cuándo iba a ser el instante en que podríamos quedar ya de una vez, que lejano se esfumó ya el último festivo compartido junto a la escalera 5 de la playa de San Lorenzo, en su ciudad, en Gijón.
Siempre es un placer compartir mantel y sobremesa con H., así que la insté a que ya mismo, el sábado o el domingo, nos veríamos. Me regocijaba con el mapa previsto de cuento de vacaciones en Tenerife que seguro me relataría con pelos y señales, yo le hablaría de las tres noches de hotel que me habían correspondido en Mallorca por sorteo en el reciente workout de Illes Balears en el Meliá de La Reconquista, le explicaría que estaban carísimos los vuelos con Air Berlin en las fechas que me sería a priori posible viajar.
Así pues, asociadas las coordenadas a nuestros actos inciertos, tras alguna botella de sidra -ojalá que en el Lavaderu-, pasaría después a mencionarle por sorpresa mi rollo británico e irlandés, mi plan secreto para abordar las islas entrando vía Londres Standsted, haciendo entonces varias noches en la capital inglesa para a continuación proceder al salto hacia Dublín, y confirmar que había empeñado el resto de mi alma en acompañarla con el fin de que se sintiera a gusto en algún lugar y, sobre todo, que había viajado con el remoto propósito de salvarme.

Creo que esto salió a colación ayer pero que me tomaron lógicamente a broma, que el plan londinense y fundamentalmente el plan dublinés, el plan de adentrarse en la isla verde que junto a la rugosidad del agua empecé a estudiar en Gijón, varios años atrás, era una mayúscula tomadura de pelo, o que sencillamente ya estaba borracho cuando hablaba de ello.
Me encantaba la idea de abordar la aventura con los chicos, aunque de alguna manera el misterio, y la más que probable tabla de salvación que H. significaba, su abandono de nocivos hábitos como el tabaco, cualquier forma de droga ilegal y el exceso de bebidas alcohólicas, su serenidad en continua proyección geométrica, su secreto, intrincado camino hacia lo más profundo de su mente, constituían la espita luminosa de la senda que debía tomar. Ella seguro que planeaba hacer el viaje en un solo sentido, one way, quedarse en Londres o Dublín (que más daba) y buscarse luego la vida.

El domingo 4 de abril de este año rebuscaré en la cartera el importe exacto suelto para introducir en una máquina cualquiera de la estación de autobús de Oviedo, y pensaré que diga lo que diga H. de Dublín, quizás incluso sin que saque yo nunca el tema, estará bien dicho, que si incluso es necesario ser su oído perfecto para escuchar la contradicción entre lo que debería ser y la cotidianeidad que impide que así sea, lo tendrá por supuesto tendido eternamente de su lado.