27 febrero 2008

Too Drunk To Dream

Sober, life is a prison
Shitfaced, it is a blessing
Sober, nobody wants you
Shitfaced, they're all undressing

Oh, sober, it's ever darker
Shitfaced, the moon is nearer
Sober, you're old and ugly
Shitfaced, who needs a mirror?
Oh, sober, you're a Cro-Magnon
Shitfaced, you're very clever
Sober, you never should be
Shitfaced, now and forever

I gotta get
too drunk to dream
cause dreaming only makes me blue
I gotta get
too drunk to dream
because I only dream of you
I gotta get
too pissed to miss you
or I'll never get to sleep
I gotta drink
wine not to pine for you
and God knows that ain't cheap

I know you think I'm insane
I know it's not appealing
But till I'm feeling no pain
guess what I'll be feeling

I gotta get
too drunk to dream
cause dreaming only makes me blue
I gotta get
too drunk to dream
because I only dream of you
I gotta get
too fried to cry
or I'll be crying all night long
I gotta get
too high to sigh,
Oh my god, where did I go wrong?

So why do I get plastered
and why am I so lonely?
It's you, you heartless bastard
You're my one and only

I gotta get
too drunk to dream
cause dreaming only makes me blue
I gotta get
too drunk to dream
because I only dream of you

I gotta get
too pissed to miss you
or I'll never get to sleep
I gotta drink
wine not to pine for you
and God knows that ain't cheap
And God knows that ain't cheap


The Magnetic Fields, Distortion

26 febrero 2008

Is This Shit?

Llevaba mucho tiempo sin escucharlo, se me hacía imposible, hasta que ayer y hoy me dio por ponerlo, Is This It, el debut de The Strokes. Se trata de un álbum aclamadísimo por crítica y público desde su salida, y en mi caso el eslabón para reengancharme al pop-rock, que de momento no tengo intención ni visos de abandonar. Poco tiempo después del lanzamiento de este trabajo llegaron junto a los elogios las voces críticas, acusando al grupo de ser unos niñatos pijos y practicantes del plagio y el refrito y carentes de una auténtica originalidad.
No voy a negar que, centrándonos en lo extramusical, The Strokes son niños de papá básicamente y se convirtieron por aquel entonces en los embajadores de lo cool (vamos, unos guays de la hostia). Asimismo se podía caer en la tentación de valorar sólo la aparente artificiosidad, la premeditación, el marketing que quizás sí parezcan destilar los neoyorquinos.


Sin embargo yéndonos al meollo de la música, recibí al Is This It con los brazos abiertos en su día. Lo solían pinchar en La Calleja La Ciega, sobre todo las canciones “Last Nite” y “Hard To Explain” (a veces lo ponían completo) y fue donde lo conocí. Con un bagaje bastante pobre en tantos campos (y campos), me rendí a lo estimulante de unas canciones que dejaban la palabra hit como factor unámine del disco. Aunque tengo mis favoritas (“Barely Legal”, “Someday”, “Last Nite”, “Hard To Explain” y la tremenda “Trying Your Luck”), puedo escucharlo de un tirón, sin atisbo de irregularidades ni aburrimientos.

Ahora que lo mantenía en barbecho, puesto que me dejé de interesar por su propuesta, me saturé de este tipo de grupos y en lo personal me conectaba el álbum con historias que olvidar, con el tiempo recuperarlo me hace emitir un juicio más fidedigno: me gusta Is This It. Es más, me parece un gran disco.

23 febrero 2008

Disparition

On noya dans l’alcool un pochard, dans du formol un potard, dans du gas-oil un motard
Georges Perec, El secuestro

En el paseo trazado por largas y amplias avenidas se hallaba nuestro amigo Jerry la última vez que fue visto. Comentaron dicharacheros que caminaba sin reparar un mínimo en el paisaje urbano ni en los árboles alineados cuando sucedió. Sostenía un cigarrillo negro en la izquierda y destacaba en su vestir un abrigo azul oscuro. Llevaba los auriculares pendiendo de las orejas conectado a su reproductor .mp3, que expulsaba la cadencia dulce de la música jazz. A sus zapatos marrones les hubiera venido bien una mano de betún, apuntaron los mismos comentaristas.
Todo esto fue lo que se dijo, estos breves apuntes descriptivos fueron lo único anotado la última vez que fue visto nuestro amigo Jerry.
Alguien habló de una mano rápida y enguantada surgiendo de, no se precisó, qué recoveco. Sin embargo, Jerry, nada certero, nada más.

22 febrero 2008

Mercat de la Boquería

Reflexión fue el término.
Doblé la esquina tras la jornada exhausta. Ya a pocos metros se me abalanzaron los senegaleses y ghaneses y no sé cuántos más “eses” ofreciéndome la hierba, el chocolate. Movimiento en amago invulnerable. Una diagonal multicolor a mi espalda, desde el puerto, resplandeció.
Me detuve.
Fumé.
Fumé con ellos.
Risas, y los edificios de enfrente casi me tiran de espaldas, a carcajada limpia. Llorando de risa. Comencé yo a hacer “eses”. Después de las “oes” con los canutos: “Llamadme ahora tonto”, meditaba; y me partía de la risa.
De las “eses” con los “eses” a las espirales. Más multicolor, panavisión entreverada por el túnel. Multicolor.
Varios pasos (creo que escasos) y me inserté de bruces y fauces en media sandía de un puesto del Mercat.
Mercat de la Boquería, contra el mareo.
Y a salvo otra vez -o eso pensé- de las trampas que a poquísima distancia me auguraba la Plaça Reial.

(Eso pensé.)

15 febrero 2008

Walking around

Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.

Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.

Pablo Neruda

14 febrero 2008

Valentín

y el chorro de agua fría en toda la cara cuando se acercó a aspirar la fragancia de las flores

13 febrero 2008

Oviedo ecológico

En la plaza del ayuntamiento. La piedra relucía, daba dolor. Mirar.
Bajo la arcada un hombre mayor, ya muy viejo, vestía sobre sus ropas un cartelón reivindicativo. Daba voces.
En medio de la plaza el camión. Ecológico. Avanzaba. Se paraba. Ora retrocedía. Limpiaba hasta dejar la piedra reluciente. El sol le devolvía un cumplido. Deflagrándose.
El viejo continuaba gritando. Sin moverse. Sólo el escaso viento meneaba suave el cartelón. Letras mayúsculas. Gritos, que es lo mismo.
El camión pasa de largo. El camión se detiene. El camión retrocede. A la altura del viejo. El camión introduce al viejo mecánicamente. En el contenedor. El último sábado lo intentó conmigo. Casi lo consigue.
Oiga, oiga, oiga, oiga. Corro hacia el camión.
Oiga. Oiga. Oiga. Oiga. Oiga. Oiga…
El camión esputa una cortina de humo. Negro. Al desaparecer.

09 febrero 2008

Cuento de Carnaval

“Voy a enseñarles a estos paletos lo que es juntar unas cuantas frases”, dije tras darle el último trago a mi caña.
Había leído días atrás que la biblioteca del pueblo había convocado un concurso de cuentos mensuales y tematizados. En el mes de febrero el tema era el Carnaval. Mi intención era basarme en la impunidad que podría facilitar un disfraz a alguien para perpetrar una venganza. No es algo que fuera demasiado original, de hecho lo encontré desarrollado hace varios años en un cortometraje de ésos minoritarios; de hecho me basé esencialmente en él para construir mi relato. Vamos, que podría decirse que lo estaba plagiando. Pero todo valía en ese momento, cuando le explicaba a Rigoberta mis planes, sobre todo por la atención que mostraba, la fascinación que le transmitía: Rigoberta no era cualquier cosa, señores… Si dijeron que París bien valía una misa…
Sin embargo la cosa no quedó ahí, en un intento por impresionar puerilmente a una chica. Me dediqué durante un par de semanas a fanfarronear en el centro de mis borracheras del tema: que si tal, que si cual, que iba aquello a ser la polla y demás… En fin, a ejercer con patente claridad del gran bocazas que soy.
Llegó el concurso y no puedo negar que había logrado hilvanar un conjunto más que aceptable con la materia prima expuesta líneas atrás. Es más, yo creo que el relato se aproximaba a la brillantez con algunas de las letras que había juntado. Obtuve el primer premio, los medios locales se hicieron eco de ello y aparecieron las crónicas y las entrevistas.
Poco después de saborear estas jornadas de éxito y algarabía (como un Carnaval), de convencer a la chica para que pasara por mi casa esa noche, recogí una carta del buzón. El remitente era el director del corto. Rasgué el sobre y extraje el mínimo pedazo de papel allí contenido. Leí.

(…)

Suena el timbre del portal. Miro por la pequeña pantalla anexa al telefonillo. Veo a un tipo disfrazado.
Pulso el interruptor y abro. Hoy es Carnaval.

08 febrero 2008

Las cosas en su sitio

No es el verde que cabe esperar d’Asturies el que nos circunda, ni la niebla o el cielo encapotado. Es cierto amarillear en el campo a ambos lados de la senda, un sol espléndido en lo alto, el sonido de los pájaros alrededor. El camino está trazado y delimitado perfectamente por la antigua travesía ferroviaria, hoy los trenes se ven pasar un poco más lejos, a izquierda o derecha según como nos situemos. Hay caballos al principio, ancianos por el medio, ciclistas, patinadores, corredores de fondo, paseantes con o sin perro. Hay un relativo murmullo acuático, un revoloteo de insectos, un arrastrarse de babosas.
Había comenzado a correr como tantos otros días, ese afán por superarse y añadir algunos kilómetros o metros más a su cuenta guiado por los indicadores de madera del camino. Nadie le informó de algún incidente que había tenido lugar durante la semana. Por ejemplo, el caso de un individuo que precisó varios puntos de sutura al ser golpeado con un bastón por un menesteroso bien conocido de la zona. El hecho se había producido sin mediar palabra ni causa aparente. O también el extraño suceso de un hombre que se desplomó de improviso al ser alcanzado por un dardo enviado desde la maleza.
Pronto su ritmo empezó a decrecer influenciado por el cansancio, además de por su evidente falta de forma física. De cualquier modo seguía sin detenerse, percibiendo todo lo que los sentidos podían facilitarle informativamente de su entorno (salvo el sentido del gusto): la textura del pavimento al trotar dispersándose por las piernas y el abdomen, todos los sonidos mezclándose de manera más veloz e indefinida, algún aroma difuso a campo y ciudad, los colores del conjunto paisajístico vibrando en la retina… Hasta que, repentinamente, su vista alcanzó a discernir lo que ocurría a varios metros de distancia: una amalgama de cuerpos retorciéndose o inertes, empapados en sangre; otros justo en el momento de caer al ser impactados, al estallar sus tejidos externos e internos…

Durante esos segundos le fue imposible determinar de dónde provenía aquella ráfaga endiablada, él corría hacia la devastación y aceleró, no había marcha atrás, trataba de librarse con ese gesto en apariencia contradictorio, y a fe que lo logró, que evitó ser alcanzado por los disparos, que esprintó raudo y sobrepasó el infierno para, de inmediato, caer fulminado por un categórico ataque al corazón varios metros más allá de la masacre.

02 febrero 2008

Vuelta de paseo

Asesinado por el cielo.
Entre las formas que van hacia la sierpe
y las formas que buscan el cristal,
dejaré crecer mis cabellos.

Con el árbol de muñones que no canta
y el niño con el blanco rostro de huevo.

Con los animalitos de cabeza rota
y el agua harapienta de los pies secos.

Con todo lo que tiene cansancio sordomudo
y mariposa ahogada en el tintero.

Tropezando con mi rostro distinto de cada día.
¡Asesinado por el cielo!


Federico García Lorca, Poeta en Nueva York