31 julio 2006

Sótanos

La tostada se cae siempre del lado de la mantequilla, y más si encima lleva mermelada, las cosas siempre son susceptibles de empeorar.
El pasado viernes entró un matrimonio con su hijo pequeño en la oficina, me pidieron algo muy concreto, me exigieron que fuera al grano, que nada de rollos, que rapidito, que tenían prisa y demás. Me sentaron a su inquieto niño en mi regazo: "tú sabrás entretenerle, es tu trabajo", afirmó la madre, y el niño aprovechó mi manga corta para hacer zanjas rojo intenso en mis brazos desnudos, a la par que yo trataba de centrarme y centrarlos y de saber si era sueño o realidad lo que acontecía. En cierta ocasión una compañera me había contado que una niña le había dejado marcada la espalda con sus uñas, pero a mí esta historia me había movido cruelmente a la hilaridad. De nada sirvió que la chica me mostrara unas profundas llagas que dolían con sólo mirarlas y que llegaban allí donde la espalda pierde su noble nombre (como suele decirse): yo me reí de ella y después toda esta historia dejó de hacerme gracia una vez que tuve a aquel mocoso encima.
"A ver", les dije, "es importante que les explique alguna que otra cosa antes de nada". "Que no, que no queremos palabrería, que te pongas con ello", replicó irritado el padre. "Perdonen entonces" y cogí en mis brazos escocidos a su vástago y lo coloqué en el suelo, "tengo que ir a por unos folletos al almacén". Bajé las cinco irregulares escaleras que conducen al almacén, convertido en un inmundo sótano paraíso de las ratas y reino de la oscuridad. La puerta se cerró secamente a mi espalda. "Oigan, se ha cerrado la puerta, ¿pueden abrirme?", imploré. "Sí, sí, ahora va…", contestó con tonillo irónico una voz gruesa e irreconocible para mí.
Luego vino el silencio.
A la vez, junto a mí, por todas partes, ratas y ratas chillando. Se sabe de ellas que son una de las especies más dotadas para la supervivencia. Yo, aunque alguna vez me lo habían llamado (incluso cosas peores), no era ninguna rata.
Sentí miedo. Sentí el peligro. Empecé a llorar.
Después retumbaron pasos aproximándose.
"Imbécil", escuché de pronto, "vamos a abrir esa puerta en unos instantes, pero quiero que antes nos digas que no vas a salir de ahí hasta dentro de diez minutos. Si no, tus sesos serán pasto de las ratas, jo, jo, jo".
"Lo juro, lo juro, lo juro", sollocé.
"Bien, acabamos de hacer limpieza, la llave de la caja fuerte la dejamos donde estaba, puesta en la cerradura, aunque vamos a echar la combinación, no sea que venga alguien y te robe". Más carcajadas.
Al pasar los diez minutos me asomé tímidamente al interior y era cierto, la caja tenía puesta su llave y había que introducir la combinación para abrirla y comprobar que no habían dejado ni las telarañas. Tampoco quedaba rastro de los componentes informáticos de la oficina, hasta los enchufes eran ausencia.
Me senté a pensar en la extraña voz… ¡¡El niño!! El niño era un enano cabrón, quién lo diría, menudo afeitado más cuidadoso le habían procurado…
Al rato me levanté e interioricé el desastre.
Sin embargo, no llamé a la policía.


Clase obrera 2 (epílogo)
Salí a mi hora del trabajo para contemplar, en el interior de El Corte Inglés, al cliente obrero del otro día pagando y devolviendo la sonrisa de la eficiente y elegante empleada que le atendía en ese preciso momento.

30 julio 2006

Se jodió lo de la playa

Los idiotas prefieren la montaña
y en mi interior yo tengo una playa
donde fabrico mis recuerdos perfectos

"Mi última mujer", LCB, Llamadas perdidas


-Con este calor estábamos mejor en la playa -dije.
-Pues sí, me iría ahora mismo -respondió ella.
-¿Y dónde te gustaría estar?
-En París, por ejemplo.
-Ah, si es verdad, París tiene una playa, pero menudo calor: ¿no te apetecería otro sitio?
-Me molaría estar en París, qué pasa...
-Mira, que si quieres cogemos esta noche el tren a París, pero que sepas que Valladolid tiene playa también.
-Ya, pero es una playa nudista, ¿no?
-Creo que no, tengo un colega allí, nunca me dijo nada de eso. Lo que sé fijo es que en su día hubo polémica con la playa y tal, la peña se montaba sus fiestas y se armaba cada una...
-Suele pasar.
-En Oviedo el alcalde tuvo la ocurrencia en una ocasión de construir una playa o un lago o no sé qué, pero su ritmo derrochando y el lío que se organizó con la subida del IBI dieron al traste con sus planes, y terminó anunciando en una rueda de prensa que se echaba atrás el proyecto declarando a la opinión pública: "Se jodió lo de la playa".
Ella se rió.
-Imagínate -continué-, qué guarrería si se llega a hacer. Yo pensaba que alrededor de esa playa habría siempre gente dispuesta a organizar una fiesta, cualquier cosa. También creí que yo sería de los que se acercaría por allí más de una noche a beber, claro.
-Pero ¿dónde iba a poner la playa?
-Ahí está lo cómico, en un parque, el Parque de Invierno. Joder, en los trípticos del proyecto salía el dibujo del lago con embarcadero y todo, ¡¡y hasta con un fulano haciendo windsurf!!
-Vaya tío...
-Es un tío peculiar ese alcalde, el muy cabrón.
-Joder, qué mañanita -añadió ella-, sí que nos vendría bien un poco de playa, aunque sea la del parque, incluso Benidorm...
-Ja, ja -me reí- sí, aunque sea Benidorm.
Me giré hacia la puerta y vi a una pareja aproximándose.
-Tengo que dejarte -le dije-, me entra gente, hablamos luego.
Y colgué.

29 julio 2006

Canción del científico triste

El científico triste ya no está
creo que se tuvo que marchar
sé que estuvo aquí
cerraba la puerta a los demás
pero le oía trabajar
estaba probando antiguas recetas
que el resto del mundo ha olvidado ya
una y otra vez
pensaba que casi estaba ahí
que lo podía conseguir
y una y otra vez
la fórmula no podía fallar
pero faltaba algo más
había ciertos datos que no coincidían
y dijo que ya no podía seguir
estuvo esperándote todo el verano
nubes oscuras taparon el sol
estuvo lloviendo y estuvo nevando
estuvo esperando y después no esperó
estuvo esperando y después no esperó
estuvo esperando y después no esperó

Los Planetas, Vas a verme por la tele (single)

28 julio 2006

Guaje en Gabinolandia

26 julio 2006

Síndrome de Estocolmo & Asimilados

Para mí es un tema zanjado: como en una columna del genial Tino Pertierra, soy una mujer herida pero nueva.

25 julio 2006

Pink elephant

Puedo decir que, en el fondo, el verano, con mucha rapidez, reemplazó al verano
Albert Camus, El extranjero


Puedo decir con preocupación que no sé dónde me encuentro, que tengo que mirar el calendario para averiguar también en qué día estoy y que qué bien me vino el vino con que vino a verme el vecino. Pero ahora no, ahora rotunda, totalmente, no.

Clase obrera
Las cosas suelen tener un principio, así es el proceder lógico de cualquier acontecimiento. En ese sentido creo hallar el principio en una brevísima charla que mantuve en la oficina a última hora del viernes. Un cliente me dijo: "Oye, a ver lo que me buscas, que vaya cosas me ofrecían en El Corte Inglés, y yo soy clase obrera". Sosteniendo para mis adentros las palabras durante unos segundos vacilantes, mi hilillo firme y defensivo de voz apostilló: "Sé muy bien de qué hablas, muchacho, aquí también somos clase obrera, no te vayas a pensar…"

Yo no vine a comprar pan 2
El calor es insoportable. No merece la pena el esfuerzo de buscar otro adjetivo, otra definición que nos aproxime a lo que sufre el cuerpo y la mente después de una corta exposición a los rayos solares; incluso ni ocultándonos en las sombras tenemos salvación posible. Callejeé como un animal enfurecido, sin rumbo, hundiéndome en el asfalto con pasos pegajosos e inservibles. Hasta que la excitación de Mrs. Fly ante un escaparate me conminó a detener mi vagabundeo y leer, en letras muy grandes, TENEMOS PAN, a la par que mi figura se reflejaba en los cristales. Miré hacia el interior y allí, inconfundible, fumaba el hombre que me había arrojado contra las cuerdas del pánico días atrás. Mrs. Fly, en cualquier caso, sonrió intuyendo lo que podría ocurrir, y me dijo con un susurro: "Detente". A Mrs. Fly le encanta sonreír, considera que yo debería aprender de ella, que me sentaría estupendamente bien.

No future
La decisión posterior fue compartir unas cuantas horas con los parroquianos en una de las más selectas tabernas de la ciudad. Me pertreché en la barra y me consagré a la dura tarea de consumir gin-tonics de MG (uno tras otro) con la osadía simultánea de leer la prensa: El Mundo, La Razón, ABC, porque ciertas palabras son importantes. Pasaba las páginas de los diarios humedeciendo un dedo, aventurándome a contraer un sinfín de pequeñas dolencias. Entró en el bar un tullido, cuya condición no le imposibilitaba moverse con prístina agilidad. Era un hombre de poblada barba negra, cabello abundante y espeso y ensortijado. Hablaba mucho, siempre habla demasiado. Pese a que se niega a definirse como vidente, alardea de sus cualidades en el arte de la adivinación. Aprecié que crecía el malestar en la atmósfera de la cantina, que se equiparaba al que había hervido rabioso en el momento de mi llegada. El hombre deambuló con su silla de ruedas entre la gente preguntando si alguien quería conocer su futuro. Cuando se plantó ante un tipo rudo y malencarado, padre de familia numerosa, recibió una evidente advertencia: "A mí ni te me acerques, cacho cabrón, que te meto una patada en los cojones que te pongo a andar."

No future 2
Una vez en casa bebí tres, cuatro, cinco, seis, siete botellas de vino. Hasta perder la cuenta.

Ahora sé que es martes
Malas noticias, me temo, para mi carrera profesional.

24 julio 2006

Languidez

Espina dorsal extremadamente recta, sustentado el cuerpo por el diván que ya amarillea, escena en penumbra. Tejidos color anestesia, corcho en el paladar, labios agrietados. La tarde es sólo un rumor que fluye en la lejanía, la vida se encuentra siempre en cualquier otra parte.
Monótono tictac del reloj, rítmico estandarte del tedio, único corazón (si bien sin forma de corazón) que allí aguarda. Frigorífico zumbante que escupe una melodía grosera, una perfecta coreografía del vacío.
Libros apilados, páginas rotas, historias que son tu historia y que ya no recuerdas.
Cenicero atiborrado de cigarros consumidos y pedazos de cerillas; un mechero vacío a su lado.
Sábanas arrugadas, agotadas, enmarañadas: nunca quiso venir, aunque tampoco se lo preguntaste.
Un disco que da vueltas y vueltas, se reproduce a volumen muy bajo y no le prestas atención. Huellas y restos de ti por toda la casa: ropa sin recoger, cacharros por fregar.
El peso de toda la tarde por descender, el cuento por escribir.
Entumecido como un muerto recién muerto, como un muerto más que antiguo.

21 julio 2006

Cielu del norte


Suena "Northern Sky" de Nick Drake en versión de Los Planetas

20 julio 2006

Oscuro bajo el túnel

Viajar en el último vagón del metro, cabeza de línea, línea 1 como en la canción pero sin drogas. ¿Sin drogas? Sólo hasta que tres jóvenes ingresan en el tren, son dos chicas y un chico, hay una pareja segura. El trío es una posibilidad en el alegre horizonte, observo. En la mano izquierda de la desparejada se refugia una colina de tabaco condimentado, a la que la interfecta aplica en sabios intervalos la llama de su mechero bic; luego, entre el índice y el pulgar, deshace las chinitas con denuedo, pese a las acusadoras miradas que recibe de buena parte del vagón. Le está quedando perfecto, sin duda.
Los tres están sentados: la pareja en asientos contiguos y la artesana frente a ellos. Yo viajo de pie, apoyado en la pared trasera, haciendo como que no me entero de nada, inmiscuyéndome por contra en la acción. A pesar de mi mueca indolente tomo nota y finjo escuchar a través de los auriculares música que pueda conectar con la juventud, sin que nadie sepa que las pilas se me agotaron hace tres estaciones.
No comencé muy bien con el teatro poco antes porque, sin ser consciente del escenario al que me enfrentaba, tamborileé "El Tamborilero" sobre la superficie lisa de la pared del vagón. Nada más y nada menos que la versión de Raphael. Atónitos se quedan los viajeros hasta que vuelven a centrar su atención en eso tan raro e ilegal que hace aquella chica. El hombre que más cerca está de ella se mueve al centro, junto a una puerta; otro que se sienta enfrente, en diagonal, amaga con decir algo en señal de protesta y pone cara de que allí huele muy mal. Nadie dice nada, y la amiga le pasa un papel a la lianta para rematar la faena.
Por mi parte sigo moviendo mis extremidades al ritmo de algo que puede ser Pignoise o El Canto del Loco. Me la estoy jugando seriamente, quizás debiera haberme decantado por el hip-hop, todo con tal de atinar y ser yo el centro de atención: pero siempre es en vano. Me pongo las gafas de sol y se suceden las paradas.
Cierro los ojos.
Los abro y a mi izquierda se apoya con mi misma postura un septuagenario: posiblemente vaya más encorvado, aunque sé que eso es cuestión de tiempo, de no demasiado tiempo.
Cierro los ojos.
Los abro y me seduce la parsimonia de la chica al enrollar el cigarrillo, la delicadeza con que humedece la zona engomada del papel. Calza zapatillas nike sobre calcetines nike, viste pantalón de chándal azul marino y camiseta blanca sin mangas. Está muy delgada. De mirada un tanto perdida -casi estrábica- y sonrisa al viento advierte a sus amigos de que está próxima su parada. Se levantan al unísono y se incorporan al enfermo andén. Las puertas se abren y se cierran de inmediato.
Permanezco de pie y desafiante, con los ojos bien abiertos tras las gafas de sol, cantando canciones que no existen.

19 julio 2006

Le petó la patata

Cuatro latidos mal dados.

Sístole-Diástole
Demasiados días. Demasiado esfuerzo. De todo se cansa uno.

18 julio 2006

La Vie Mode d'Emploi

Valène anhelaba a veces cataclismos y tempestades, huracanes que arrastraran la casa entera como una brizna de paja y descubrieran a sus habitantes náufragos las maravillas infinitas del sistema solar; o una grieta invisible que, recorriendo el edificio de arriba abajo como un escalofrío, con un crujido hondo y prolongado, lo partiera en dos y lo hundiera lentamente en un vacío sin nombre; entonces lo invadirían hordas, monstruos de ojos glaucos, insectos gigantes con mandíbulas de acero, termitas ciegas, gruesos gusanos blancos de bocas insaciables: la madera se desmoronaría, la piedra se volvería arena, todo caería hecho polvo.
Pero no había nada de eso. Sólo aquellas disputas sórdidas por cuestiones de palanganas o de fregaderos. Y, detrás de aquella puerta cerrada para siempre, el tedio mórbido de aquella venganza lenta, aquel caso terrible de monomaniacos chochos repitiendo machaconamente sus historias fingidas y sus trampas miserables.

Georges Perec, La vida instrucciones de uso

17 julio 2006

Esto se pone jodido

No me parece plato de buen gusto el enfrentarme así a la realidad, exactamente a la manera de esta mañana en el banco, cuando unas ancianas utilizaron el término señor durante más de cuatro veces para referirse a mí: "voy detrás de ese señor", "este señor me ha dado la vez", "que se lo diga el señor: yo he llegado antes que usted", "ese señor parece todavía joven, pero qué lastima". Al menos no había espejos en los alrededores y estuve agradecido por ello.

Sebastopol y Francisco Franco
Ya es inútil el tratar de negarlo y más aún de ocultarlo, son demasiados días en que esto sucede en estas calles de Sebastopol: la figura de Francisco Franco se pasea modesta pero inconfundible por la ciudad, hasta el extremo de tener que evitar el moverme con demasiada rapidez para no pecar de imprudencia y chocar con él, con el Generalísimo, y originar un problema de Estado o quién sabe si otra cruenta guerra civil. Y no es que el estadista vaya a caballo o camine con una rapidez desmedida sino que es tan imprevisible ahora como previsible fue en sus días de juventud y madurez, y aparece y desaparece por la ciudad en una suerte de teletransporte. Me resulta del todo curioso que sus rasgos se hayan transformado tan poco después del tiempo pasado, es idéntico al de los últimos años pero con un pizquita más de vigor y sin delatores tembleques en sus manos: el bigote perfecto, la calva sin un pelo de más (ni de menos), las gafas oscuras y un toque de distinguido atrevimiento al vestir ligeros pantalones cortos y calzar náuticos juveniles. El único detalle que llama mi atención es su estatura, ya que se le aprecia notablemente más alto. Y eso que yo había escuchado una noche en un bar que a los muertos les crecían las uñas y los cabellos, pero nada me dijeron respecto al cuerpo, qué dilema. En fin, que evito profundizar más sobre el asunto porque me entran escalofríos sinceros: uno que siempre piensa en magnicidios cada vez lo tiene más difícil para decidir por quién empezar.


Zizou, Zizou!!
No voy a hacer valoración alguna respecto al caso Zidane con el italiano que se llevó de recuerdo, a la par que la Copa del Mundo, su cabeza calva tatuada en el pecho. Sólo anotar un detalle de un comentario que leí en el blog de Fran Nixon (convenientemente enlazado aquí), algo que traslado con mis propias palabras, de modo que ya estoy haciendo alguna valoración: ¿Qué es preferible, el ir de frente (nunca mejor dicho) o el ganar por ganar?

Terapia musical
El Sr. Chinarro nos brinda en su último trabajo una joya musical a todas luces, El fuego amigo, y mis oídos se niegan a despegarse de él.

Buen viaje, Garuz

Leí la noticia que quizás ya se veía venir: el guitarrista Dani Garuz abandona La Costa Brava para dedicarse por completo a DA, su proyecto en solitario. Un proyecto que ya está más que consolidado con su primer y magnífico LP, Dormidos en el zoo. Una lástima para LCB y el costabravismo, no sé qué puede pasar en el grupo con esta marcha y un silencio demasiado prolongado para lo que era costumbre.
Ahora que se abre una nueva etapa yo voy a dejar aquí la letra de una canción muy expresiva (en tan pocas palabras) del propio Garuz con LCB, la última del disco Se hacen los interesantes.


Interesantes

Todo lo que nos pasó
Con el tiempo fue a mejor
Todo lo que nos pasó
Al contarlo fue mejor

Vamos a hacernos los interesantes...
Vamos a hacernos los interesantes...
Vamos a hacernos los interesantes...

15 julio 2006

Venas y licuadoras

Con un goteo sutil y unos brazos caídos permanezco extasiado observando el espectáculo subterráneo de la velocidad de rotación, mientras los árboles recuerdan con sus ramas todo lo que termina, todo lo que se evade. La red, la maraña, la madeja espesa que palpita en silencio no me dice nada, al menos nada que no sepa ya, no descifra futuros o próximos temporales aunque no me resulte muy difícil pronosticarlos por mí mismo, dibujar con fidelidad sus contornos.
El circular de la sangre por raras tuberías de plástico me inquieta, me siento ajeno a su movimiento, no obstante todo ocurre tan dentro, es tan real que parece mentira: Gasa reseca como niebla que sin embargo nos confunde en tardes de domingo.
Cuando se muestra la sangre caliente, tan caliente, burbujea perpetuando la melancolía que profesamos ante la que aún llamamos vida, nos salpica el sentimiento más profundo de tristeza y de querer exiliarnos del uno y del principio, ese borrarse inmemorial que más que un ansia se torna en un rotundo imposible.
Derrama hasta la última gota y rompe el vaso tras horas (horas, horas) y tantos días, y ya le ha dado tiempo hasta a enfriarse y congelarse y quebrarse en mil pedazos, a estrujarse y comprimirse, a abandonar kilómetros de hilo en el camino, a soltarlo y menospreciarlo y menoscabarlo sin un mínimo de respeto, sin la más mínima consideración.
Las venas sin colores como todo, porque nada conserva una nimia gota de coloración, ni la inmaculada pátina que abandona la noche tras los crueles, infinitos, inabarcables rayos solares. Mis venas se quedan sin señas de identidad, sucios y exhaustos cables de corriente alterna, miembros hurtados al error de la Historia, callados y dolorosos espectadores de algo que no debió ser y fue.
Qué largo todo, y qué tonto y qué tedioso. Ya están todas mis venas vestidas de boda.
Extática magia son.

14 julio 2006

Salta Lenin el Atlas

Palíndromo.

(espacio para otros)


Cocaína (Terapia musical)
Xtrmntr, Primal Scream, con "Accelerator" y "Swastika eyes" a la cabeza. Un título gracioso es "Kill all hippies" y abre el disco, preparados para la acción.

13 julio 2006

Yo no vine a comprar pan

Hundido en el pleno centro de la ola de calor me meto en el Dia con la idea de comprarme dos botellas de litro y medio de agua, mercancía que tienen a muy buen precio, excelente es justo decir, a 0,16 euros la unidad. Pero... el producto estaba agotado. Miro la parte superior de las estanterías: sólo polvo y las etiquetas gastadas de lo que debía hallarse las adornan; en todas igual, sólo una garrafa de 5 litros (y rota) se exhibe abandonada en el suelo, solitaria y despreciada, claro, también por mí. Salgo al encuentro de una empleada en avanzado estado de gestación que luce más cara de cabreo que de cansancio y que ofrece mutismo a mi intento de diálogo. No me parece del todo correcta su actitud, aunque no me queda otra que aceptar su sentencia final: "no nos queda nada de agua".
Pierdo el soplo de aire acondicionado cortesía de Dia al salir a la calle, desorientado, cegado por la corpulenta luz solar, e intento alcanzar una gran superficie comercial vecina con el objeto de abastecerme del líquido elemento, pero una vez traspasado el umbral automático del local lo descubro atiborrado de clientes y yo debo regresar al trabajo. Y es cuando, de atrás hacia delante, me viene el recuerdo de un pequeño local ubicado frente al Dia, un negocio de alimentación que puede serme de utilidad para saciar mi sed.
Algo me sorprende cuando entro en la tienda, algo en lo que me basaría para apostar con cualquiera que la máquina del tiempo existe, o si no es la genuina máquina del tiempo una forma muy válida que se le asemejaría, quizás no en apariencia, aunque sí en consecución de determinados fines, que ya está dicho y defendido que el fin justifica los medios. Sin embargo, no sólo este hecho tan fantástico acaece: el golpe al olfato que me propina el ambiente es indescriptible por severo. El único detalle en que podría apoyarme para dar fe de lo que mantengo es que se desprenden de mi cuerpo a la velocidad del rayo las moscas que llevo adheridas a mi cuerpo, incluso Mrs. Fly, mi pequeña, querida y fiel Mrs. Fly me deja del mismo modo desamparado, indefenso ante aquel grotesco cuadro. Retroceder es tarea de necios, ya me recibe un hombre con pocas pretensiones de dejarme marchar fácilmente. Puedo durante unos segundos prestar atención al cigarrillo que consume, me estremece la ceniza a punto de desprenderse mientras me pregunta "¿Qué quiere?". "Salir de aquí" me respondo; en cambio, con voz trepidada, le digo: "Señor, sólo quería un par de botellas de agua. De litro y medio". "¿No quieres pan? También tenemos pan. Muy bueno". "No gracias, sólo el agua". No soporto el olor, las moscas enloquecen y se dan un festín secreto, echo un vistazo al local buscando al dueño, intentando descifrar en qué fecha y a qué hora se produjo su muerte. Examino la mercancía en aquel tiempo detenido, todo material perecedero y hablo con propiedad, por fin se sentirían orgullosos de mí, estoy hablando con propiedad, (repito: "perecedero") desde pequeño siempre me regañaban porque no era ésa una de mis fuertes.
En un tiempo, pues, detenido permanezco quieto incluso sin gesticular y con aquel hombre rodeando el mostrador con un cuchillo enorme en la mano, no sé si un machete, un detalle que mueve a alguna de las moscas a acercarse a mi cuerpo, pronosticando no sé muy bien qué, pero nada bueno, me temo. Observo el mostrador: un tazón con una sustancia parecida a un caldo espeso o un puré reposa, un plato con dos tajadas de carne se pudre en su compañía y también hay huevos, multitud de huevos rotos (¿dónde están los míos?) se sitúan a escasos centímetros de semejante bodegón. El hombre se acerca, se pregunta: "¿Para qué me traje esto?" y me entrega el cuchillo, muy mal recibido por mis manos ya que se me cae, y se genera un ruido de tal tamaño que se debía escuchar a varias manzanas de distancia. Recibo una mirada fulminante y un instantáneo "No pasa nada". Las botellas de agua están a mi lado y el hombre se hace con dos, tambaleante. A la vez que él hace esto, yo pienso que nunca debería haberme aventurado a salir de la oficina, que una deshidratación es preferible, en el hospital te pueden sacar de ella -me digo- pero a ver quién me saca a mí de ésta...
El hombre de la tienda me invita a que siga comprando: "¿No quieres otra cosa? ¿Unas conservas?". Tiemblo: "No, no necesito nada más, de verdad. ¿Qué le debo?". "Muy barato, son 1,50. Las dos", contesta. Me aproximo al mostrador y deposito el dinero, aún puedo caminar. Recojo el agua, me doy media vuelta. Veo al señor que enciende despacio otro cigarrillo mientras intento alcanzar la salida: "¿No quieres pan?", grita. Soy incapaz de hablar, escucho el familiar zumbido de Mrs. Fly y noto que se me posa en el hombro. Me dice que no todo está perdido.
El sol destruye la ideal armonía durante los primeros pasos hasta que me estabilizo y sujeto con fuerza una de las botellas de agua. Le doy vueltas y vueltas hasta que encuentro la fecha de caducidad.

12 julio 2006

Ninguna parte 2

11 julio 2006

Albacete vía Logroño

Me dijo Mr. Amazing al teléfono que embarcaba en unas horas con destino Ramala. Yo, con otras pretensiones más modestas, decidí pasar esa tarde en Albacete. Qué ingenuidad la mía, descubriría poco después. Y es que el tren de Albacete circula dirección Logroño y allí es necesario realizar un transbordo en autobús para llegar a nuestro destino final. Compré los billetes al salir de mi nuevo trabajo. Debo decir que me enorgullezco de mi flamante empleo de dependiente en una tienda de baratillo, de ésas al estilo de las que popularizaron los chinos, con su local desmesurado y todo, pero sustentado el negocio por gente cien por cien española. Me siento orgulloso porque creo que más que un vulgar intercambio de mercaderías por dinero, damos algo más, somos un verdadero servicio, cubrimos necesidades reales. Y desde luego que no adolecemos de falta de interés ni de arrogancia ni de prepotencia, pues somos lo que somos nada más, y a mucha honra. Y a gentiles no nos gana nadie.
Al salir del trabajo me entretuve algo más de lo conveniente flirteando con mi jefa, es lo que tiene el poseer un halo irresistible, así que, si no se puede hacer nada, mejor no hacerlo: cada uno tiene sus limitaciones y debe ser consciente de las mismas y no sobrepasarlas (a fuego tengo grabado esta sabia enseñanza que le escuché a alguien en un tiempo remoto, casi inexistente). De modo que, con este inconveniente añadido y la consiguiente demora que por lógica se produjo, me vi abocado a salir por piernas hacia la estación, la pequeña estación de mi ciudad, temiendo perder el tren que me transportaría a Albacete.
Justo al llegar a la estación me cambié de andén, me pasé del 1al 2, y con este gesto se presentó el segundo revés de la tarde: una vez que atravesé las vías por el subterráneo, se anuncia por megafonía que mi tren está a punto de hacer su aparición por la abandonada vía 1, y enseguida me percaté de que debía jugármela si no quería perder ese tren que ya rechinaba frente a mi mirada incrédula, lejos del alcance de mis piernas. Debía jugármela y no debía pensar en el reciente y trágico desenlace vital que se encontró -por realizar la misma poco prudente maniobra- un exconcursante de GH del que no recuerdo el nombre, aunque sí que fue polémico y carismático, que eso fue lo que dijeron en "Aquí Hay Tomate", y de eso sí me acuerdo. Miré a izquierda y derecha, miré de frente deseando que no accionaran el mecanismo de cierre de puertas del tren, me introduje en un vagón con dos livianas zancadas. Si es que era muy fácil.
En el interior, sano y salvo, escuché ese pitido característico, rutinario, sin embargo nada intrascendente para mí, ya que me habría arruinado la tarde de no lograr el embarque. Se inició la marcha parsimoniosamente, todo en su sitio, miré hacia mi interior para averiguar si allí también estaba todo en su sitio. Frente a mí se hallaba sentada con rostro angelical una señora bastante mayor y no le devolví la sonrisa que me envió no por su avanzada edad, sino porque no era mi tipo. En cualquier caso no renuncié a tomarme con ella una deliciosa taza de té, con una nube de leche la mía y poco azúcar la suya. Charlamos de esto y de aquello, de las cosas ligeras sobre manera, que son las que más me importan, y consta por ahí por escrito todo esto, pues ya lo dije en más de una ocasión.
Después de un largo tiempo de viaje, de ver túneles, de pronto no ver nada y después ver luces al final de todos los túneles, el convoy aminoró la marcha, tomando el ritmo de la marcha nupcial, mecedora sobre raíles de espuma contra el viento que se levantaba por sorpresa. Entrábamos en la ciudad de Logroño a la par que nuestros ojos asistían extrañados a la comitiva que se agolpaba, lejana, distante, a ambos lados, todos de raza calé. Nos pusimos varios a la defensiva.
La estación de autobuses de Logroño guardaba una extraordinaria similitud con la de Pamplona: oscura, antigua, sucia, lúgubre. Etc. Del viaje en autobús desde la capital riojana hasta Albacete no hay mucho que relatar. Bueno sí: el autobús era pequeño, un microbús de los que contemplaba en Roma junto a una Piazza di Spagna en obras y que me movía a la sonrisa. El siguiente detalle curioso lo establecía su límite cenital, el completo cielo azul por carecer el vehículo de techumbre, ni siquiera algún objeto al uso -mínimamente rudimentario pero con tal función- nos protegía las cocorotas durante tantísimos kilómetros de viaje. Por supuesto que llegábamos a destino con las ideas muy despejadas. Qué bien le hubiera venido eso al Calvo en el día de su despedida de los terrenos de juego. No obstante para nosotros no, preferíamos la confusión o el caos o el cuanto peor, mejor.
Como metáfora previsible, fríamente y obviando que llegué muy tarde, demasiado para disfrutar de una velada en Albacete antes de anochecer, concluir con un: No me gustó la ciudad, no volveré nunca. Encima fue ineludible el pernoctar allí y el calor intenso apretó por puro placer después del callejeo de rigor. A eso se suma que hay que pasar por Logroño para llegar a Albacete. Logroño. Logroño y los gitanos: Repletito de acción contra el miedo.
El Brujo no mentía. Que me quede como estoy.

10 julio 2006

Sienta bien



Terapia musical
"Pienso en aquella tarde", dedicada a alguien que anduvo de concierto y dedicada a mí, porque entretiene y porque es b.s.o. de cierto fin de semana y de muchos meses (con sus fines de semana).

08 julio 2006

Un mundo de gente incompleta

Sé tú mismo
repetimos una y otra vez
pero para ser yo mismo
¿cómo tengo que ser?
¿Tengo que usar las manos
o puedo usar los pies?
Tendré que ser más claro
si lo hago: ¿quién me va a entender?

"Un mundo de gente incompleta", Los Planetas, Una semana en el motor de un autobús.


Siguiendo el consejo que encontré en un antiguo artículo de Enrique Vila-Matas, emprendí la lectura de No mires debajo de la cama, libro de Juan José Millás y lo devoré enseguida, hasta el punto de quedarme más que impresionado al terminarlo. Si tenemos en cuenta que guardaba más de un prejuicio hacia Millás por considerarlo -sin base alguna, razono ahora- poco auténtico, cobrá más aún el valor de mi opinión hacia esta gran novela. De manera que, pese a gustarme sus columnas periodísticas (aparte de por su firme crítica hacia el Partido Popular -con la que siempre estoy de acuerdo esté o no justificada-, sobre todo por su estilo, su mundo/universo particular y su manera de expresarse), siempre tenía más consistencia el prejuicio que cito líneas atrás y no acababa nunca de abrir con convicción uno de sus libros y enfrentarme a ellos como es debido.
En este caso, al igual que apunta Vila-Matas y uno de los personajes de la novela, poco después de comenzarla me caí dentro de ella, así que no pude soltarla hasta llegar a su desasosegante última página presa de la fascinación, el desconcierto y una sensación muy emparejada con el miedo. Y también con muchas, muchas preguntas en la cabeza y dudas, demasiadas dudas más.
Por la novela circulan los personajes de una juez y un forense, un callista y una masajista girando alrededor de un libro de mismo título, No mires debajo de la cama, y también los personajes más sorprendentes, los zapatos, que cobran vida y protagonizan de forma más que inquietante todo el relato. Si dejo a un lado la interesante mención de Vila-Matas cuando habla en su artículo de "la lógica de los túneles" (apoyado en un relato de Cortázar por ocupar el metro madrileño un papel importante dentro de la historia), yo me quedaría con ese mundo entre lo real e irreal, lo animado e inanimado, la simetría y asimetría entre parejas y personas y la incomunicación, aparte de miedos, monstruos o fantasmas que pululan por toda la novela acechando con tenacidad incluso al lector, dejándolo sin aliento y desamparado, desnudo ante sí mismo.
Otro punto a destacar por Vila-Matas y que a mí me encanta es la atrayente fijación por los detalles pequeños, lo banal, y cita a Perec (uno de los motores de este blog): "lo que pasa cuando no pasa nada, sólo el tiempo, la gente, las nubes".
Y todo ello en el marco de un armazón perfecto con el perfecto contenido de una escritura muy bien hilvanada, un relleno de lujo que nos transporta tan dentro de la historia que corremos el riesgo de no poder salir de ella. Todo lo que a mí, sencillamente, me mantuvo atrapado, con la fuerza de esos insignificantes objetos que observan a la realidad desde esta novela. Con la certeza de que cada día que pasa todo es menos cierto y que los temores de la infancia no se van de una manera tan sencilla como pensábamos al hacernos mayores.

06 julio 2006

Tal vez

Tal vez aún pueda ser explorador,
tener un centro de investigación
en medio del casquete polar.
Tal vez después de todo lo que he visto ya
pueda esconderme en una gran ciudad,
tener una nueva identidad.
Tal vez pueda vivir en mi roulotte,
pensar que el mundo está hecho de amor.
Tal vez debiera pedir perdón.

Tal vez tú y yo podríamos darnos aún otra oportunidad.
Tal vez tú y yo podríamos darnos aún otra oportunidad...


Desde la montaña más alta del mundo, Mercromina

Menos mal que se va la leñera Portugal


Un penalti transformado con maestría por El Calvo basta y sobra para meter a los gallos en la final.

05 julio 2006

Forza Italia


Con nombre de partido democrático rindo homenaje y me decanto en firme por Italia para que conquiste la Copa del Mundo 2006. Después de lo visto, aunque era la primera vez que los seguía en este campeonato, me convencen dos poderosos argumentos: su despliegue imposible de ayer rematado con dos soberbios golazos y, segundo, el haberse cargado a Alemania, que imagino era el deseo de la inmensa mayoría.
Conclusión: que pese a mantener en el blog de Kike que quería que la Copa se la llevara El Calvo (él solito), digo desde ésta mi tribuna que arriba los azzurri, y que para otros calvos otras copas...

04 julio 2006

Brasa de semana que fina

Y ya pasó el lunes: tan deprisa, como si nada hubiera ocurrido, como ocurre siempre.

Lusitania
El doble de Ricardito Bofill me asedia en el tajo durante toda la mañana del sábado. Ávido de viajes, sediento de descanso, hambriento de cultura, sol y playa, sangría y paella transita entre Lisboa, Madeira, El Arenal o Alcudia en Mallorca, Peñíscola, Gandía o Denia, Llanes, Santoña -vamos, de todo un poco salvo Sebastopol- para terminar introducido a marchas forzadas en el Trenhotel Lusitania del domingo rumbo, al igual que un Don Juan desterrado, a Estoril.
Merced a mi profesional asesoría, por supuesto.


Trenhotel
Almorcé muy tarde ese sábado y me retiré a los aposentos de mi vagón (el más lento de la ciudad) y no caí en la cuenta de lo cansado que estaba hasta que vi en el reloj, a duras penas tras despertar, que eran las nueve de la noche.
And End.


Terapia musical (sábado)
El escarabajo más grande de Europa, de El Niño Gusano, se bastó y se sobró. La canción "Duerme" me inspira unas líneas de momento torpes: una de sus frases redondas es un eco que tira del hilo, un prometedor huevo de gusano.


Sol, déjame en paz
De un salto salto al domingo y me planto en plena Puerta del Sol, donde en metro Sol salida Mayor espero por él y ella, que se retrasan más de lo debido pese a avisarme del retraso y me retraigo bajo una escasa sombra vaporosa. Señores maduros calientes, apoyados en las barandillas ardientes de la boca de metro caliente, escrutan escotes escandalosamente, descarados espías desde las bajas (bajas de bajeza) alturas mientras son observados por mí, no menos bajo y viejo verde que esos señores, aunque no me masajeo la entrepierna como veo que ellos hacen.


Carretera y top manta
Emulando a los jugadores de tute unos señores comienzan a arrojar sus cartas sobre su improvisado tapete a escasos metros de mí, cada cedé y deuvedé piratas caen como el plomo en un día plomizo (no olvidemos que es domingo) y ni la presencia policial en el centro de la plaza les amedrenta un ápice. Entonces aparece Sabina en la baraja por tercera vez en tan poco tiempo: Xixón, la Feria del Libro en El Retiro (ante la más exitosa fila aguardando por su autógrafo) y esta carretera de kilómetro cero con top manta incluido.


Arco de Cuchilleros
Llegan él y ella, caminamos hacia la cercana Plaza Mayor, la rodeamos, nos asomamos a cada uno de sus arcos, incluso nos adentramos por el de la Calle Toledo; damos la vuelta, buscamos Cuchilleros y no queremos morir, sólo tenemos un poco de hambre y mucha, demasiada sed. Hablamos de poco, de nada. En las terrazas de la plaza nos reciben con honras turistas, en ésas estamos: gentes desorientadas a las que les han pintado este adusto gesto, y ni siquiera a nuestro pesar. Preguntamos por el dichoso arco. Un matrimonio nos lo indica con precisión de bisturí. Avanzamos hacia el primer local.


Sangría, por favor
No siendo un gran bebedor de sangría acojo con una sonrisa la jarra que él me ofrece. Me dejo servir un vaso, dos, tres y se esfuma la elegancia, todo ese dandismo que hasta ese preciso instante exhalaba, me convierto en un mortal más, el enésimo. Pienso: Cuánta vulgaridad. Sonrío y sonrío mucho. Indiferente.


Champiñones gigantes
Mesón del Champiñón, muy poco después. Tapa de champiñones gigantes, pero más me sorprendo ante el alarde psicodélico de la decoración al observar adheridos en las paredes, bastante altos, infinidad de champiñones más grandes aún que degustaría encantado, porque yo también quiero crecer a pesar de que Algora nos diga en la canción eso de "En el espejo no hay otro lado / cualquier cuerpo se vuelve una prisión..."


Turistas
Estamos rodeados de alemanes y justo detrás nuestro se sientan dos chicas: una con rasgos anglosajones y otra orientales. Me piden que les haga una foto: primero clava en mí sus ojos azules la anglosajona y me sonríe mientras me indica con el índice el disparador; después, con un modelo de videocámara ultramoderno Nikon, la chica de oriente me pide lo mismo y repito tarea desde el taburete de al lado, cuestiones de punto de vista... De improviso, soy el primer sorprendido cuando ella (la compañera de él, de mi acompañante) extrae una pequeña cámara de su bolsito y les pide a las turistas que nos retrate. De nuevo sonrío con sonrisa de oreja a oreja. Luego apuro mi cerveza de un trago. Luego nos vamos.


Perder autobuses
Por tres minutos perdí mi autobús, lo sabía antes de abandonar las instalaciones del metro y no realicé ningún esfuerzo en vano. Me notaba algo borracho, ya que, de vez en cuando el cuerpo, como un viejo carro de supermercado, se iba inexplicable y autónomamente hacia una dirección cualquiera cuando yo quería avanzar en línea recta. Pasaron junto a mí dos caras conocidas (saludándome una de ellas), creí introducirme en un autobús que estaba detenido en mi dársena habitual. Apoltronado, saqué mis compras de la bolsa de Fnac.


La dolce vita
Irónicamente, el deuvedé de la famosa película de Fellini que adquirí tiene estampado en su contorno lo siguiente: "Distribuido por Suevia Films S.L. C/ Plomo 10 - B. Pol. Industrial Sur. 28770 Colmenar Viejo (Madrid). Suevia Films. Cine en casa y mucho más". Desde luego.


Me voy
Fue imprescindible caminar un largo trecho al bajarme del autobús. Anocheció muy rápido y a la altura de la casa, junto a la marquesina, estaba detenido y listo para salir el autobús hacia Madrid. Era de noche ya -decía-, y en el interior de ese autobús comprobé que me encontraba como único pasajero, ansioso y desesperado, torpe niño que descubre el mar por primera vez, digno viajero nocturno entre tanto vacío. No me quedé mirando la salida del autobús. No me gustan las despedidas.


Terapia musical (domingo)
Las jugadas imposibles de Tachenko, sobre todo con "1986" y "Arconada".


Epílogo (de lunes)
Casi a la hora de cerrar, en conversación telefónica, un cliente, satisfecho con mis gestiones, me llama "tío bueno". Es la primera vez en mi vida que me lo dicen, lástima que provenga de un hombre tan hombre, de un hombre de Lviv, Ucrania.

01 julio 2006

Teléfono fijo


Sólo horas oficina