El día de la mujer mundial
O mundo exterior existe como um actor num palco: está lá mas é outra cosa.
No me gustan nada las personas campechanas. Si de ellas dependiera, la literatura ya habría desaparecido de la faz de la tierra. Sin embargo, las personas "normales" son muy apreciadas en todas partes. Todos los asesinos son, para sus vecinos, tal como se ve siempre en la televisión, personas campechanas y normales. Las personas normales son cómplices del mal de Montano de la literatura. Eso he pensado este mediodía en el taxi de Pico, mientras me acordaba de una frase que Zelda solía decirle a su marido, Scott Fitzgerald: "Nadie más que nosotros tiene el derecho de vivir, y ellos, los hijos de puta, están destruyendo nuestro mundo."
La salvación se concentra en la autopista de no salvarse, en la de desaparecer por acción propia, por la vía rápida. Todas las letras unidas, el cine, las canciones. Si todo eso es inútil, si la calma, la hora del descanso tenía que haber cabido mucho tiempo antes. Te dije sin embargo aquello que debía haber dicho primero, hace varios meses. Aún sostenía un vaso en la mano cuando hablaba. Subiste en el taxi que yo mismo pedí con una llamada apresurada. Incluso yo mismo sostuve la puerta y la cerré con suavidad.
La muerte de un perro